«¡Qué maravilla es vivir contigo, Señor! ¡Qué fácil me es creer en Ti! Tú me envías la clara certidumbre de tu existencia»
Aleksandr Solzhenitsyn fue un escritor e historiador ruso, Premio Nobel de Literatura en 1970.
En busca del alma, documentos, noticias, todo lo relacionado, y todo lo que tenga que ver con su existencia.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Frases célebres de creyentes, Blaise Pascal
“Muchos están siempre dispuestos a negar todo aquello que no comprenden”
"Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo."
«Sólo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen"
"En el corazón de todo hombre existe un vacío que tiene la forma de Dios. Este vacío no puede ser llenado por ninguna cosa creada. Él puede ser llenado únicamente por Dios, hecho conocido mediante Cristo Jesús."
Blaise Pascal nació en 1662 en París fue un matemático, físico, filósofo católico y escritor
"Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo."
«Sólo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen"
"En el corazón de todo hombre existe un vacío que tiene la forma de Dios. Este vacío no puede ser llenado por ninguna cosa creada. Él puede ser llenado únicamente por Dios, hecho conocido mediante Cristo Jesús."
Blaise Pascal nació en 1662 en París fue un matemático, físico, filósofo católico y escritor
Frases célebres de creyentes, Sir Francis Bacon
«Sólo niega a Dios aquel a quien conviene que no exista».
Sir Francis Bacon, fue un célebre filósofo, político, abogado y escritor. Es considerado el padre del empirismo.
Frases célebres de creyentes, Galileo Galilei
"Las matemáticas son el alfabeto con el cual Dios ha escrito el universo"
"No me parece que sea necesario creer que el mismo Dios que nos ha dado nuestros sentidos, nuestra razón e inteligencia, haya deseado que abandonáramos su uso, dándonos por otros medios la información que podríamos obtener a través de ellas."
"No me siento obligado a creer que un dios que nos ha dotado de inteligencia, sentido común y raciocinio, tuviera como objetivo privarnos de su uso."
Galileo Galilei fue un astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano que estuvo relacionado estrechamente con la revolución científica. Ha sido considerado como el padre de la astronomía moderna, el padre de la física moderna y el padre de la ciencia.
"No me parece que sea necesario creer que el mismo Dios que nos ha dado nuestros sentidos, nuestra razón e inteligencia, haya deseado que abandonáramos su uso, dándonos por otros medios la información que podríamos obtener a través de ellas."
"No me siento obligado a creer que un dios que nos ha dotado de inteligencia, sentido común y raciocinio, tuviera como objetivo privarnos de su uso."
Galileo Galilei fue un astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano que estuvo relacionado estrechamente con la revolución científica. Ha sido considerado como el padre de la astronomía moderna, el padre de la física moderna y el padre de la ciencia.
Frases célebres de creyentes, Gregorio Marañón
"La razón conduce inexorablemente a Dios, y el milagro ni quita ni pone, a la suprema verdad de su existencia"
Gregorio Marañón fue un médico endocrino, científico, historiador, escritor y pensador español, cuyas obras en los ámbitos científico e histórico tuvieron una gran relevancia internacional.
Gregorio Marañón fue un médico endocrino, científico, historiador, escritor y pensador español, cuyas obras en los ámbitos científico e histórico tuvieron una gran relevancia internacional.
Frases célebres de creyentes, Sócrates
"Sólo Dios es el verdadero sabio."
"Os estimo, atenienses, pero obedeceré al dios antes que a vosotros y, mientras tenga aliento y pueda, no cesaré de filosofar, de exhortaros y de hacer demostraciones a todo aquel de vosotros con quien tope [...]. Pues eso es lo que ordena el dios [...] Atenienses, tened presente que yo no puedo obrar de otro modo, ni aunque se me impongan mil penas de muerte; [...] absolvedme o no me absolváis."
Sócrates fue un filósofo griego considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal.
"Os estimo, atenienses, pero obedeceré al dios antes que a vosotros y, mientras tenga aliento y pueda, no cesaré de filosofar, de exhortaros y de hacer demostraciones a todo aquel de vosotros con quien tope [...]. Pues eso es lo que ordena el dios [...] Atenienses, tened presente que yo no puedo obrar de otro modo, ni aunque se me impongan mil penas de muerte; [...] absolvedme o no me absolváis."
Sócrates fue un filósofo griego considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal.
Frases célebres de creyentes, William Thomson
"Creo que mientras más a fondo se estudia la ciencia, más se aleja uno de cualquier concepto que se aproxime al ateísmo”.
"La ciencia nos obliga absolutamente a creer con perfecta confianza en un Poder Directivo... en una influencia aparte de las fuerzas físicas, dinámicas o eléctricas . . . La ciencia nos obliga a creer en Dios".
“Si uno piensa con bastante fuerza, se verá obligado por la ciencia a creer en Dios".
William Thomson fue un físico y matemático británico. Es uno de los científicos que más hizo por llevar a la física a su forma moderna.
"La ciencia nos obliga absolutamente a creer con perfecta confianza en un Poder Directivo... en una influencia aparte de las fuerzas físicas, dinámicas o eléctricas . . . La ciencia nos obliga a creer en Dios".
“Si uno piensa con bastante fuerza, se verá obligado por la ciencia a creer en Dios".
William Thomson fue un físico y matemático británico. Es uno de los científicos que más hizo por llevar a la física a su forma moderna.
Frases célebres de creyentes, Miguel de Unamuno
"Hasta un ateo necesita a Dios para negarlo."
"Los que reniegan de Dios es por desesperación de no encontrarlo."
Miguel de Unamuno fue un escritor y filósofo español.
"Los que reniegan de Dios es por desesperación de no encontrarlo."
Miguel de Unamuno fue un escritor y filósofo español.
Las experiencias cercanas a las muertes
Algunos medios se han hecho eco de los resultados de una nueva investigación que ha intentado explicar las experiencias cercanas a la muerte (ECM) a través de la segregación inusual de hormonas, la alteración del flujo sanguíneo y de los estados neurológicos producida por el pánico.
Dicha investigación ha sido llevada a cabo por científicos de las universidades de Cambridge y Edimburgo y publicada en la revista científica Trends in Cognitive Sciences.
Hasta ahí, todo bien; pero lo lamentable es que lejos de quedarse en una noticia meramente divulgativa, que en realidad no aporta ningún avance sobre qué son ni por qué se producen dichos fenómenos, algunos medios –desde la popular Scientific American hasta algunos periódicos españoles– han tergiversado la información y se han excedido al afirmar de manera gratuita que las ECM forman parte del imaginario popular y que no son más que jugarretas de un cerebro alucinado.
Porque una cosa es que los científicos puedan demostrar que se producen alteraciones y otra, bien distinta, que dichas alteraciones sean las que producen ese tipo de experiencias. Y es que los autores de dicho trabajo lo dejan bien claro. Según el neurocientífico Dean Mobbs, de la University of Cambridge's Medical Research Council Cognition and Brain Sciences Unit, “muchos de los fenómenos asociados con experiencias cercanas a la muerte pueden ser explicados biológicamente”. En ningún caso afirman que dichas experiencias provengan del malfuncionamiento del flujo sanguíneo ni de una hormona neurotransmisora (dopamina). Pero además, decir que las ECM pueden ser explicadas como el resultado de un proceso biológico no es lo mismo que decir que éstas se deban a un proceso biológico. Es un error de lógica que practica mucha gente.
A fecha de hoy todavía desconocemos cómo y por qué se produce una ECM. Tres grandes líneas de investigación científica intentan dar respuesta al fenómeno y especulan sobre sus causas: la de los desórdenes químicos en el cerebro; las que abogan por un estrés psicológico relacionado con la cercanía de la muerte, y las que apoyan la creencia de que las ECM son experiencias reales con componentes trascendentales y espirituales.
Algunos científicos conjeturan que la falta de oxígeno en el cerebro durante la muerte puede conducir a un exceso de actividad en las áreas responsables de la visión y crear alucinaciones. Sin embargo, hay ciertas evidencias en contra de esta hipótesis. En los hospitales es muy común ver pacientes que sufren con los efectos de la reducción de los niveles de oxígeno a consecuencia de enfermedades en un estadio grave de asma o de insuficiencia cardíaca. En estos casos, cuando los niveles de oxígeno se reducen, surge un estado clínico conocido como “estado confusional agudo” cuyo desarrollo dista mucho de las ECM, y cuyos pacientes sufren altos niveles de confusión y fragmentación de los procesos de pensamiento con poca o ninguna memoria. Además dichos enfermos no ven ningún túnel, ni la “luz”, ni describen otros rasgos típicos de una ECM.
Otra razón que desecharía la hipótesis de una alucinación sería la cantidad de detalles descritos por las personas que han vivido una ECM, capaces de recordar las prendas de vestir que llevaba el personal de reanimación, las conversaciones que tuvieron, las notas que tomaron, e incluso la descripción de objetos que jamás hubiesen podido ver desde la cama o camilla, o el relato de acontecimientos ocurridos a distancia.
En algunos casos puede ser posible argumentar que tal vez los pacientes no estaban totalmente inconscientes y, que por tanto, habrían sido capaces de escuchar conversaciones. Aún así, no habrían podido abrir los ojos y, por ende, ver nada, ni tampoco recordar los acontecimientos con todo lujo de detalles. Todo esto, lógicamente, sin tener en cuenta que se trata de personas que según los criterios médicos están en el umbral de la muerte.
Una vez más se plantea la cuestión de cómo el cerebro es capaz de tener recuerdos lúcidos cuando el electroencefalograma es una línea recta.
En definitiva, el estudio apenas aporta nuevos datos relevantes y aún menos concluyentes.
Lo dicho, un suspenso para quienes se hacen eco de esas investigaciones en la prensa sin documentarse correctamente sobre otros estudios ya realizados, y sesgando de manera intencionada sus conclusiones.
http://www.financierodigital.es/blogs/david_sentinella/Jugarretas-cerebro_7_1037966199.html
Dicha investigación ha sido llevada a cabo por científicos de las universidades de Cambridge y Edimburgo y publicada en la revista científica Trends in Cognitive Sciences.
Hasta ahí, todo bien; pero lo lamentable es que lejos de quedarse en una noticia meramente divulgativa, que en realidad no aporta ningún avance sobre qué son ni por qué se producen dichos fenómenos, algunos medios –desde la popular Scientific American hasta algunos periódicos españoles– han tergiversado la información y se han excedido al afirmar de manera gratuita que las ECM forman parte del imaginario popular y que no son más que jugarretas de un cerebro alucinado.
Porque una cosa es que los científicos puedan demostrar que se producen alteraciones y otra, bien distinta, que dichas alteraciones sean las que producen ese tipo de experiencias. Y es que los autores de dicho trabajo lo dejan bien claro. Según el neurocientífico Dean Mobbs, de la University of Cambridge's Medical Research Council Cognition and Brain Sciences Unit, “muchos de los fenómenos asociados con experiencias cercanas a la muerte pueden ser explicados biológicamente”. En ningún caso afirman que dichas experiencias provengan del malfuncionamiento del flujo sanguíneo ni de una hormona neurotransmisora (dopamina). Pero además, decir que las ECM pueden ser explicadas como el resultado de un proceso biológico no es lo mismo que decir que éstas se deban a un proceso biológico. Es un error de lógica que practica mucha gente.
A fecha de hoy todavía desconocemos cómo y por qué se produce una ECM. Tres grandes líneas de investigación científica intentan dar respuesta al fenómeno y especulan sobre sus causas: la de los desórdenes químicos en el cerebro; las que abogan por un estrés psicológico relacionado con la cercanía de la muerte, y las que apoyan la creencia de que las ECM son experiencias reales con componentes trascendentales y espirituales.
Algunos científicos conjeturan que la falta de oxígeno en el cerebro durante la muerte puede conducir a un exceso de actividad en las áreas responsables de la visión y crear alucinaciones. Sin embargo, hay ciertas evidencias en contra de esta hipótesis. En los hospitales es muy común ver pacientes que sufren con los efectos de la reducción de los niveles de oxígeno a consecuencia de enfermedades en un estadio grave de asma o de insuficiencia cardíaca. En estos casos, cuando los niveles de oxígeno se reducen, surge un estado clínico conocido como “estado confusional agudo” cuyo desarrollo dista mucho de las ECM, y cuyos pacientes sufren altos niveles de confusión y fragmentación de los procesos de pensamiento con poca o ninguna memoria. Además dichos enfermos no ven ningún túnel, ni la “luz”, ni describen otros rasgos típicos de una ECM.
Otra razón que desecharía la hipótesis de una alucinación sería la cantidad de detalles descritos por las personas que han vivido una ECM, capaces de recordar las prendas de vestir que llevaba el personal de reanimación, las conversaciones que tuvieron, las notas que tomaron, e incluso la descripción de objetos que jamás hubiesen podido ver desde la cama o camilla, o el relato de acontecimientos ocurridos a distancia.
En algunos casos puede ser posible argumentar que tal vez los pacientes no estaban totalmente inconscientes y, que por tanto, habrían sido capaces de escuchar conversaciones. Aún así, no habrían podido abrir los ojos y, por ende, ver nada, ni tampoco recordar los acontecimientos con todo lujo de detalles. Todo esto, lógicamente, sin tener en cuenta que se trata de personas que según los criterios médicos están en el umbral de la muerte.
Una vez más se plantea la cuestión de cómo el cerebro es capaz de tener recuerdos lúcidos cuando el electroencefalograma es una línea recta.
En definitiva, el estudio apenas aporta nuevos datos relevantes y aún menos concluyentes.
Lo dicho, un suspenso para quienes se hacen eco de esas investigaciones en la prensa sin documentarse correctamente sobre otros estudios ya realizados, y sesgando de manera intencionada sus conclusiones.
http://www.financierodigital.es/blogs/david_sentinella/Jugarretas-cerebro_7_1037966199.html
lunes, 26 de septiembre de 2011
Documentos TV - Estuve muerto
Audio:
http://www.ivoox.com/documentos-tv-estuve-muerto-la-existencia-del-audios-mp3_rf_1715301_1.html
Este documental trata de las últimas investigaciones sobre experiencias cercanas a la muerte (ECM).
Hablan sobre sus reveladoras investigaciones: Pim Van Lommel, Cardiólogo (Holanda); Michael Sabom, Cardiólogo (EEUU); Robert Spetzler, Neurocirujano (EEUU); Sam Parnia, Cardiólogo (Reino Unido); Peter Fenwick, Neurólogo (Reino Unido) y Bruce Greyson, Psiquiatra (EEUU).
Línea mortal (1990)
Reparto:
Kiefer Sutherland
Julia Roberts
Kevin Bacon
William Baldwin
Oliver Platt
Kimberly Scott
Hope Davis
Sinopsis: Cinco estudiantes de medicina deciden experimentar en sí mismos lo que se esconde más allá de la muerte. Para ello provocan la paralización del corazón y del cerebro de cada uno hasta que los monitores, que indican los signos vitales, muestran una línea horizontal. A continuación, uno de ellos reaviva el cuerpo inerte. Tras el éxito de la primera experiencia, deciden permanecer cada vez más tiempo en ese estado
Trailer:
Kiefer Sutherland
Julia Roberts
Kevin Bacon
William Baldwin
Oliver Platt
Kimberly Scott
Hope Davis
Sinopsis: Cinco estudiantes de medicina deciden experimentar en sí mismos lo que se esconde más allá de la muerte. Para ello provocan la paralización del corazón y del cerebro de cada uno hasta que los monitores, que indican los signos vitales, muestran una línea horizontal. A continuación, uno de ellos reaviva el cuerpo inerte. Tras el éxito de la primera experiencia, deciden permanecer cada vez más tiempo en ese estado
Trailer:
sábado, 10 de septiembre de 2011
viernes, 9 de septiembre de 2011
Claudia Schiffer 'echa' a un fantasma de su casa
Noticia 2011
La top model y su marido, Matthew Vaugh se compraron una mansión en Inglaterra y cuál fue su sorpresa al comprobar que, después de gastarse la friolera de seis millones de euros, la residencia estaba 'okupada' por un espíritu.
Como este tipo de inquilinos no dan buena fama a los inmuebles y el mercado inmobiliario no está en su mejor momento, Schiffer hizo gala de su sentido práctico y en lugar de poner la casa a la venta decidió contratar un equipo de exorcistas de primer nivel para disuadir al ente para que se fuera a otro lugar a molestar.
Minetras los 'cazafantasmas' hacían su trabajo, y según publica la revista 'Contact Music', la familia se mudó a Londres ya que estaban aterrorizados por la presencia espiritual de su nuevo hogar. Según parece, el fantasma era el de una mujer llamada Penélope, que no había tenido mejor cosa que hacer que embrujar dos cuadros.
El caso es que este terrorífico episodio ha tenido final feliz y una vez concluidas las tareas de 'limpieza fantasmal' la modelo ha podido volver a su morada campestre junto a su familia.
Schiffer no es la única famosa que ha tenido problemas con los seres del más allá.
Noticia 2002
Los miembros del Ghost Club, una agrupación británica dedicada a la investigación de los fenómenos paranormales.Según Alan Murdie, secretario de dicha asociación, la mansión que Claudia Schiffer y su marido Matthew Vaughn han comprado recientemente en Gran Bretaña posee su propio fantasma.
Al parecer, entre las paredes del edificio –cuya construcción se remonta al siglo XVI– vaga el espíritu de una monja llamada Penélope. Por si fuera poco, en el interior de Coldharm Hall –así se llama el recinto– hay también dos cuadros con fama de estar malditos. Según recoge la leyenda, cualquiera que descuelgue las pinturas del lugar donde están colocadas sufrirá los efectos de la maldición, atrayendo hacia sí la mala suerte. A pesar de estos insólitos «inquilinos», Murdie cree que la top model «es muy afortunada por tener una casa con su propio fantasma. No tiene nada de que preocuparse porque los espectros no hacen ningún daño. Nos gustaría escuchar su testimonio sobre lo que pueda ver. Le hemos escrito una carta porque queremos que conozcan la existencia de la monja y los dos cuadros.
Nos gustaría saber si las pinturas todavía están colocadas en la pared; creemos que deberían ser dejadas en ese lugar, ya que son parte del patrimonio sobrenatural británico». Por su parte, un portavoz de la famosa modelo ha declarado que desconocía por completo la historia y que en su momento informará a la famosa pareja, que todavía no reside en la antigua mansión británica. Ahora sólo falta esperar para saber si la cotizada modelo tendrá la oportunidad de ver al supuesto fantasma cuando disfrute de su nuevo hogar.
La conversión de Alexis Carrel, premio Nobel de Medicina
He de decir primero que en Lourdes existe una Oficina Médica donde hay médicos, de todas las nacionalidades y de todas las ideologías, que estudian a los enfermos antes y después de salir. Existe un libro, que se titula Curaciones milagrosas modernas, escrito por el doctor Leuret, director de la Oficina Médica de Lourdes. En ese libro hay radiografías antes y después de los milagros, con las firmas de médicos que garantizan que estas curaciones instantáneas de ninguna manera se deben a la medicina. Personas que entran con estas radiografías y salen repentinamente curadas.
Pero sigamos con el caso de Alexis Carrel, premio Nobel de Medicina y ateo. El iba a Lourdes a reírse. En el tren en el que iba, una enferma, que se llamaba Marie Ferrand Bayllie, se pone a morir. Piden un médico, y Alexis Carrel va a ver a aquella mujer que tenía, al parecer, una peritonitis. Alexis Carrel dice que esa mujer se muere, que esa mujer no llega a Lourdes. No hay nada que hacer. Está desahuciada. Sabía lo que tenía aquella mujer, y sabía que aquello era gravísimo. Entonces, de broma, dice:
-Bueno, si esta mujer se cura en Lourdes, entonces yo creería en Lourdes.
Dios le tomó la palabra. Aquella mujer llegó a Lourdes. Y ante los ojos atónitos de Alexis Carrel aquella mujer instantáneamente se cura de su enfermedad. El cumple su palabra y se convierte. Tiene un libro muy bonito, que se llama Mi viaje a Lourdes, donde cuenta su conversión.
¿El padre del existencialismo, quería ser cristiano?
Albert Camus, premio Nobel de literatura 1957, elaboró una reflexión sobre la condición humana. Rechazando la fórmula de un acto de fe en Dios, en la historia o en la razón, se opuso simultáneamente al cristianismo, al marxismo y al existencialismo.
¿El padre del existencialismo, un ateo irredente, quería ser cristiano? Así es. Mumma (reverendo amigo de Camus) recogió esas conversaciones en un libro que ahora ve la luz en castellano: El existencialista hastiado (Vozdepapel), en dónde traslucen los extensos y profundos diálogos con Camus y Sartre, y muestra hasta qué punto un existencialista hastiado luchó por alcanzar una fe que le diese aquello que el mundo no le daba.
"Soy un hombre desilusionado y exhausto. He perdido la fe, he perdido la esperanza. (...). Es imposible vivir una vida sin sentido." (Albert Camus) Hace ya 50 años, en París, el existencialista Albert Camus entabló amistad con el reverendo Howard Mumma. El nobel francés añoraba una trascendencia que alejase al mundo del sinsentido, y en su búsqueda puso en juego toda la racionalidad que desplegó en sus obras. Editado por primera vez en castellano, el extraordinario testimonio de Mumma recoge extensos y profundos diálogos con Camus y Sartre, y muestra hasta qué punto un existencialista hastiado luchó por alcanzar una fe que le diese aquello que el mundo no le daba.
La despedida de Mumma y Camus concluyó con la fase más desconcertante del relato para quienes siguen viendo en el Nobel francés a un defensor del agnosticismo: “Amigo mío, ¡voy a seguir luchando por alcanzar la fe!”.
¿El padre del existencialismo, un ateo irredente, quería ser cristiano? Así es. Mumma (reverendo amigo de Camus) recogió esas conversaciones en un libro que ahora ve la luz en castellano: El existencialista hastiado (Vozdepapel), en dónde traslucen los extensos y profundos diálogos con Camus y Sartre, y muestra hasta qué punto un existencialista hastiado luchó por alcanzar una fe que le diese aquello que el mundo no le daba.
"Soy un hombre desilusionado y exhausto. He perdido la fe, he perdido la esperanza. (...). Es imposible vivir una vida sin sentido." (Albert Camus) Hace ya 50 años, en París, el existencialista Albert Camus entabló amistad con el reverendo Howard Mumma. El nobel francés añoraba una trascendencia que alejase al mundo del sinsentido, y en su búsqueda puso en juego toda la racionalidad que desplegó en sus obras. Editado por primera vez en castellano, el extraordinario testimonio de Mumma recoge extensos y profundos diálogos con Camus y Sartre, y muestra hasta qué punto un existencialista hastiado luchó por alcanzar una fe que le diese aquello que el mundo no le daba.
La despedida de Mumma y Camus concluyó con la fase más desconcertante del relato para quienes siguen viendo en el Nobel francés a un defensor del agnosticismo: “Amigo mío, ¡voy a seguir luchando por alcanzar la fe!”.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Vida después de la vida
lunes, 5 de septiembre de 2011
El Padre del Big Bang
La teoría del Big Bang, la Gran Explosión que habría originado nuestro mundo, pertenece a la cultura general de nuestra época. Originalmente fue formulada por el belga Georges Lemaître, físico y sacerdote católico. Con ocasión del centenario de su nacimiento se ha editado un libro que ilustra la vida y obra de Lemaître1.
Todo el mundo sabe algo de Galileo, Newton o Einstein, por citar tres nombres especialmente ilustres de la Física. Pero pocos han oído hablar de Georges Lemaître, el padre de las teorías actuales sobre el origen del universo.
Una trayectoria singular
Lemaître nació en Charleroi (Bélgica) el 17 de julio de 1894, y murió el 20 de junio de 1966. No fue un sacerdote que se dedicó a la ciencia ni un científico que se hizo sacerdote: fue, desde el principio, las dos cosas. Desde muy joven descubrió su doble vocación, y lo comentó con su familia. Su padre le aconsejó estudiar primero Ingeniería, y así lo hizo, aunque su trayectoria se complicó porque se pasó a la física y además porque, en mitad de sus estudios, estalló la primera guerra mundial.
Desde octubre de 1925, Lemaître fue profesor de la Universidad de Lovaina. Abierto y simpático, tenía grandes dotes para la investigación y era un profesor nada convencional. Ejerció una gran influencia en muchos alumnos y promovió la investigación en la Universidad. Además, en 1930 se hizo famoso en la comunidad científica mundial y sus viajes, especialmente a los Estados Unidos, fueron ya una constante durante muchos años.
Lemaître se hizo famoso por dos trabajos que están muy relacionados y se refieren al universo en su conjunto: la expansión del universo, y su origen a partir de un «átomo primitivo».
La expansión del universo
Las ecuaciones de la relatividad general, formuladas por Einstein en 1915, permitían estudiar el universo en su conjunto. El mismo Einstein lo hizo, pero se encontró con un universo que no le gustaba: era un universo que cambiaba con el tiempo, y Einstein, por motivos no científicos, prefería un universo inalterable en su conjunto. Para conseguirlo, realizó una maniobra que, al menos en la ciencia, suele ser mala: introdujo en sus ecuaciones un término cuya única función era mantener al universo estable, de acuerdo con sus preferencias personales. Se trataba de una magnitud a la que denominó «constante cosmológica». Años más tarde, dijo que había sido el peor error de su vida.
Otros físicos también habían desarrollado los estudios del universo tomando como base la relatividad general. Fueron especialmente importantes los trabajos del holandés Willem de Sitter en 1917, y del ruso George Friedman en 1922 y 1924. Friedman formuló la hipótesis de un universo en expansión, pero sus trabajos tuvieron escasa repercusión en aquellos momentos.
Lemaître trabajó en esa línea hasta que consiguió una explicación teórica del universo en expansión, y la publicó en un artículo de 1927. Pero, aunque ese artículo era correcto y estaba de acuerdo con los datos obtenidos por los astrofísicos de vanguardia en aquellos años, no tuvo por el momento ningún impacto especial, a pesar de que Lemaître fue a hablar de ese tema, personalmente, con Einstein en 1927 y con de Sitter en 1928: ninguno de los dos le hizo caso.
Para que a uno le hagan caso, suele ser importante tener un buen intercesor. El gran intercesor de Lemaître fue Eddington, quien le conocía por haberle tenido como discípulo en Cambridge el curso 1923-1924. El 10 de enero de 1930 tuvo lugar en Londres una reunión de la Real Sociedad Astronómica. Leyendo el informe que se publicó sobre esa reunión, Lemaître advirtió que tanto de Sitter como Eddington estaban insatisfechos con el universo estático de Einstein y buscaban otra solución. ¡Una solución que él ya había publicado en 1927! Escribió a Eddington recordándole ese trabajo de 1927. A Eddington, como a Einstein y por motivos semejantes, tampoco le hacía gracia un universo en expansión; pero esta vez se rindió ante los argumentos y se dispuso a reparar el desaguisado. El 10 de mayo de 1930 dió una conferencia ante la Sociedad Real sobre ese problema, y en ella informó sobre el trabajo de Lemaître: se refirió a la «contribución decididamente original avanzada por la brillante solución de Lemaître», diciendo que «da una respuesta asombrosamente completa a los diversos problemas que plantean las cosmogonías de Einstein y de de Sitter». El 19 de mayo, de Sitter reconoció también el valor del trabajo de Lemaître que fue publicado, traducido al inglés, por la Real Sociedad Astronómica. Lemaître se hizo famoso.
La fama de Lemaître se consolidó en 1932. Muchos astrónomos y periodistas estaban presentes en Cambridge (Estados Unidos), en la conferencia que Eddington pronunció el día 7 de septiembre en olor de multitud, y en esa conferencia Eddington se refirió a la hipótesis de Lemaître como una idea fundamental para comprender el universo (Lemaître estaba presente en la conferencia). El día 9, en el Observatorio de Harvard, se pidió a Eddington y Lemaître que explicasen su teoría.
El átomo primitivo
Si el universo está en expansión, resulta lógico pensar que, en el pasado, ocupaba un espacio cada vez más pequeño, hasta que, en algún momento original, todo el universo se encontraría concentrado en una especie de «átomo primitivo». Esto es lo que casi todos los científicos afirman hoy día, pero nadie había elaborado científicamente esa idea antes de que Lemaître lo hiciera, en un artículo publicado en la prestigiosa revista inglesa «Nature» el 9 de mayo de 1931.
El artículo era corto, y se titulaba «El comienzo del mundo desde el punto de vista de la teoría cuántica». Lemaître publicó otros artículos sobre el mismo tema en los años sucesivos, y llegó a publicar un libro titulado «La hipótesis del átomo primitivo».
En la actualidad estamos acostumbrados a estos temas, pero la situación era muy diferente en 1931. De hecho, la idea de Lemaître tropezó no sólo con críticas, sino con una abierta hostilidad por parte de científicos que reaccionaron a veces de modo violento. Especialmente, Einstein encontraba esa hipótesis demasiado audaz e incluso tendenciosa.
Llegamos así a una situación que se podría calificar como «síndrome Galileo». Este síndrome tiene diferentes manifestaciones, según los casos, pero responde a un mismo estado de ánimo: el temor de que la religión pueda interferir con la autonomía de las ciencias. Sin duda, una interferencia de ese tipo es indeseable; pero el síndrome Galileo se produce cuando no existe realmente una interferencia y, sin embargo, se piensa que existe.
En nuestro caso, se dio el síndrome Galileo: varios científicos (entre ellos Einstein) veían con desconfianza la propuesta de Lemaître, que era una hipótesis científica seria, porque, según su opinión, podría favorecer a las ideas religiosas acerca de la creación. Pero antes de analizar más de cerca las manifestaciones del «síndrome Galileo» en este caso, vale la pena registrar cómo se desarrollaron las relaciones entre Lemaître y Einstein.
Einstein y Lemaître
El artículo de Lemaître de 1927, sobre la expansión del universo, no encontró mucho eco. Desde luego, Lemaître no era un hombre que se quedase con los brazos cruzados. Convencido de la importancia de su trabajo, fue a explicárselo al mismísimo Einstein.
El primer encuentro fue, más bien, un encontronazo. Del 24 al 29 de octubre de 1927 tuvo lugar, en Bruselas, el famoso quinto congreso Solvay, donde los grandes genios de la física discutieron la nueva física cuántica. Lemaître buscó hablar con Einstein sobre su artículo, y lo consiguió. Pero Einstein le dijo: «He leído su artículo. Sus cálculos son correctos, pero su física es abominable». Lemaître, convencido de que Einstein se equivocaba esta vez, buscó prolongar la conversación, y también lo consiguió. El profesor Piccard, que acompañaba a Einstein para mostrarle su laboratorio en la Universidad, invitó a Lemaître a subir al taxi con ellos. Una vez en el coche, Lemaître aludió a la velocidad de las nebulosas, tema que en aquellos momentos era objeto de importantes resultados que Lemaître conocía muy bien y que se encuentra muy relacionado con la expansión del universo. Pero la situación se volvió bastante embarazosa, porque Einstein no parecía estar al corriente de esos resultados. Piccard decidió huir hacia adelante: para salvar la situación, ¡comenzó a hablar con Einstein en alemán, idioma que Lemaître no entendía!
Las relaciones de Lemaître con Einstein mejoraron más tarde. La primera aproximación vino a través de los reyes de Bélgica, que se interesaron por los trabajos de Lemaître y le invitaron a la corte. Einstein pasaba cada año por Bélgica para visitar a Lorentz y a de Sitter, y en 1929 encontró una invitación de la reina Elisabeth, alemana como Einstein, en la que le pedía que fuera a verla llevando su violón (tocar el violón era una afición común a la reina y a Einstein): esa invitación fue seguida por muchas otras, de modo que Einstein llegó a ser amigo de los reyes. En una conversación, el rey preguntó a Einstein sobre la famosa teoría acerca de la expansión del universo, e inevitablemente se habló de Lemaître; notando que Einstein se sentía incómodo, la reina le invitó a improvisar, con ella, un dúo de violón. Ya llovía sobre mojado.
Otra aproximación se produjo en 1930, en una ceremonia en Cambridge, donde Einstein encontró a Eddington. De nuevo salió en la conversación la teoría del sacerdote belga, y Eddington la defendió con entusiasmo.
Einstein tuvo varios años para reflexionar antes de encontrarse de nuevo personalmente con Lemaître, en los Estados Unidos. Lemaître había sido invitado por el famoso físico Robert Millikan, director del Instituto de Tecnología de California. Entre sus conferencias y seminarios, el 11 de enero de 1933 dirigió un seminario sobre los rayos cósmicos, y Einstein se encontraba entre los asistentes. Esta vez, Einstein se mostró muy afable y felicitó a Lemaître por la calidad de su exposición. Después, ambos se fueron a discutir sus puntos de vista. Einstein ya admitió entonces que el universo está en expansión; sin embargo, no le convencía la teoría del átomo primitivo, que le recordaba demasiado la creación. Einstein dudó de la buena fe de Lemaître en ese tema, y Lemaître, por el momento, no insistió.
En mayo de 1933, Einstein dirigió algunos seminarios en la Universidad Libre de Bruselas. Al enterarse de que Hitler había sido nombrado Canciller de la República Alemana, fue a la Embajada alemana en Bruselas para renunciar a la nacionalidad alemana y dimitir de sus puestos en la Academia de Ciencias y en la Universidad de Berlín. Einstein permaneció varios meses en Bélgica, preparando su porvenir de exiliado. En esas circunstancias, Lemaître fue a verle y le organizó varios seminarios. En uno de ellos, Einstein anunció que la conferencia siguiente la daría Lemaître, añadiendo que tenía cosas interesantes que contarles. El pobre Lemaître, cogido esta vez por sorpresa, pasó un fin de semana preparando su conferencia, y la dió el 17 de mayo. Einstein le interrumpió varias veces en la conferencia manifestando su entusiasmo, y afirmó entonces que Lemaître era la persona que mejor había comprendido sus teorías de la relatividad.
De enero a junio de 1935, Lemaître estuvo en los Estados Unidos como profesor invitado por el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. En Princeton encontró por última vez a Einstein.
Ciencia y religión
Volvamos al síndrome Galileo. A Einstein le costó aceptar la expansión del universo, aunque finalmente tuvo que rendirse ante ella, porque sus ideas religiosas se situaban en una línea que de algún modo podría calificarse, con los debidos matices, como panteísta. Por tanto, al otorgar de algún modo un carácter divino al universo, le costaba admitir que el universo en su conjunto va cambiando con el tiempo. Los mismos motivos le llevaron a rechazar la teoría del átomo primitivo. Un universo que tiene una historia y que comienza en un estado muy singular le recordaba demasiado la idea de creación.
Einstein no era el único científico que sufría los efectos del síndrome Galileo. El simple hecho de ver a un sacerdote católico metiéndose en cuestiones científicas parecía sugerir una intromisión de los eclesiásticos en un terreno ajeno. Y si ese sacerdote proponía, además, que el universo tenía un origen histórico, la presunta intromisión parecía confirmarse: se trataría de un sacerdote que quería meter en la ciencia la creación divina. Pero los trabajos científicos de Lemaître eran serios, y finalmente todos los científicos, Einstein incluido, lo reconocieron y le otorgaron todo tipo de honores.
Lamaître jamás intentó explotar la ciencia en beneficio de la religión. Estaba convencido de que ciencia y religión son dos caminos diferentes y complementarios que convergen en la verdad. Al cabo de los años, declaraba en una entrevista concedida al New York Times: «Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión».
Un hecho resulta especialmente significativo en este contexto. El 22 de noviembre de 1951, el Papa Pío XII pronunció una famosa alocución ante la Academia Pontificia de Ciencias. Algún pasaje parece sugerir que la ciencia, y en particular los nuevos conocimientos sobre el origen del universo, prueban la existencia de la creación divina. Lemaître, que en 1960 fue nombrado Presidente de la Academia Pontificia de Ciencias, pensó que era conveniente clarificar la situación para evitar equívocos, y habló con el jesuita Daniel O'Connell, director del Observatorio Vaticano, y con los Monseñores dell'Acqua y Tisserand, acerca del próximo discurso del Papa sobre cuestiones científicas. El 7 de septiembre de 1952, Pío XII dirigió un discurso a la asamblea general de la Unión astronómica internacional y, aludiendo a los conocimientos científicos mencionados en el discurso precedente, evitó extraer las consecuencias que podían prestarse a equívocos.
Lemaître dejó clara constancia de sus ideas sobre las relaciones entre ciencia y fe. Uno de sus textos resulta especialmente esclarecedor: «El científico cristiano debe dominar y aplicar con sagacidad la técnica especial adecuada a su problema. Tiene los mismos medios que su colega no creyente. También tiene la misma libertad de espíritu, al menos si la idea que se hace de las verdades religiosas está a la altura de su formación científica. Sabe que todo ha sido hecho por Dios, pero sabe también que Dios no sustituye a sus creaturas. La actividad divina omnipresente se encuentra por doquier esencialmente oculta. Nunca se podrá reducir el Ser supremo a una hipótesis científica. La revelación divina no nos ha enseñado lo que éramos capaces de descubrir por nosotros mismos, al menos cuando esas verdades naturales no son indispensables para comprender la verdad sobrenatural. Por tanto, el científico cristiano va hacia adelante libremente, con la seguridad de que su investigación no puede entrar en conflicto con su fe. Incluso quizá tiene una cierta ventaja sobre su colega no creyente; en efecto, ambos se esfuerzan por descifrar la múltiple complejidad de la naturaleza en la que se encuentran sobrepuestas y confundidas las diversas etapas de la larga evolución del mundo, pero el creyente tiene la ventaja de saber que el enigma tiene solución, que la escritura subyacente es al fin y al cabo la obra de un Ser inteligente, y que por tanto el problema que plantea la naturaleza puede ser resuelto y su dificultad está sin duda proporcionada a la capacidad presente y futura de la humanidad. Probablemente esto no le proporcionará nuevos recursos para su investigación, pero contribuirá a fomentar en él ese sano optimismo sin el cual no se puede mantener durante largo tiempo un esfuerzo sostenido. En cierto sentido, el científico prescinde de su fe en su trabajo, no porque esa fe pudiera entorpecer su investigación, sino porque no se relaciona directamente con su actividad científica». Estas palabras, pronunciadas el 10 de septiembre de 1936 en un Congreso celebrado en Malinas, sintetizan nítidamente la compatibilidad entre la ciencia y la fe, en un mutuo respeto que evita indebidas interferencias, y a la vez muestran el estímulo que la fe proporciona al científico cristiano para avanzar en su arduo trabajo.
http://www.cienciayreligion.org/articulos/art_18.html
Todo el mundo sabe algo de Galileo, Newton o Einstein, por citar tres nombres especialmente ilustres de la Física. Pero pocos han oído hablar de Georges Lemaître, el padre de las teorías actuales sobre el origen del universo.
Una trayectoria singular
Lemaître nació en Charleroi (Bélgica) el 17 de julio de 1894, y murió el 20 de junio de 1966. No fue un sacerdote que se dedicó a la ciencia ni un científico que se hizo sacerdote: fue, desde el principio, las dos cosas. Desde muy joven descubrió su doble vocación, y lo comentó con su familia. Su padre le aconsejó estudiar primero Ingeniería, y así lo hizo, aunque su trayectoria se complicó porque se pasó a la física y además porque, en mitad de sus estudios, estalló la primera guerra mundial.
Desde octubre de 1925, Lemaître fue profesor de la Universidad de Lovaina. Abierto y simpático, tenía grandes dotes para la investigación y era un profesor nada convencional. Ejerció una gran influencia en muchos alumnos y promovió la investigación en la Universidad. Además, en 1930 se hizo famoso en la comunidad científica mundial y sus viajes, especialmente a los Estados Unidos, fueron ya una constante durante muchos años.
Lemaître se hizo famoso por dos trabajos que están muy relacionados y se refieren al universo en su conjunto: la expansión del universo, y su origen a partir de un «átomo primitivo».
La expansión del universo
Las ecuaciones de la relatividad general, formuladas por Einstein en 1915, permitían estudiar el universo en su conjunto. El mismo Einstein lo hizo, pero se encontró con un universo que no le gustaba: era un universo que cambiaba con el tiempo, y Einstein, por motivos no científicos, prefería un universo inalterable en su conjunto. Para conseguirlo, realizó una maniobra que, al menos en la ciencia, suele ser mala: introdujo en sus ecuaciones un término cuya única función era mantener al universo estable, de acuerdo con sus preferencias personales. Se trataba de una magnitud a la que denominó «constante cosmológica». Años más tarde, dijo que había sido el peor error de su vida.
Otros físicos también habían desarrollado los estudios del universo tomando como base la relatividad general. Fueron especialmente importantes los trabajos del holandés Willem de Sitter en 1917, y del ruso George Friedman en 1922 y 1924. Friedman formuló la hipótesis de un universo en expansión, pero sus trabajos tuvieron escasa repercusión en aquellos momentos.
Lemaître trabajó en esa línea hasta que consiguió una explicación teórica del universo en expansión, y la publicó en un artículo de 1927. Pero, aunque ese artículo era correcto y estaba de acuerdo con los datos obtenidos por los astrofísicos de vanguardia en aquellos años, no tuvo por el momento ningún impacto especial, a pesar de que Lemaître fue a hablar de ese tema, personalmente, con Einstein en 1927 y con de Sitter en 1928: ninguno de los dos le hizo caso.
Para que a uno le hagan caso, suele ser importante tener un buen intercesor. El gran intercesor de Lemaître fue Eddington, quien le conocía por haberle tenido como discípulo en Cambridge el curso 1923-1924. El 10 de enero de 1930 tuvo lugar en Londres una reunión de la Real Sociedad Astronómica. Leyendo el informe que se publicó sobre esa reunión, Lemaître advirtió que tanto de Sitter como Eddington estaban insatisfechos con el universo estático de Einstein y buscaban otra solución. ¡Una solución que él ya había publicado en 1927! Escribió a Eddington recordándole ese trabajo de 1927. A Eddington, como a Einstein y por motivos semejantes, tampoco le hacía gracia un universo en expansión; pero esta vez se rindió ante los argumentos y se dispuso a reparar el desaguisado. El 10 de mayo de 1930 dió una conferencia ante la Sociedad Real sobre ese problema, y en ella informó sobre el trabajo de Lemaître: se refirió a la «contribución decididamente original avanzada por la brillante solución de Lemaître», diciendo que «da una respuesta asombrosamente completa a los diversos problemas que plantean las cosmogonías de Einstein y de de Sitter». El 19 de mayo, de Sitter reconoció también el valor del trabajo de Lemaître que fue publicado, traducido al inglés, por la Real Sociedad Astronómica. Lemaître se hizo famoso.
La fama de Lemaître se consolidó en 1932. Muchos astrónomos y periodistas estaban presentes en Cambridge (Estados Unidos), en la conferencia que Eddington pronunció el día 7 de septiembre en olor de multitud, y en esa conferencia Eddington se refirió a la hipótesis de Lemaître como una idea fundamental para comprender el universo (Lemaître estaba presente en la conferencia). El día 9, en el Observatorio de Harvard, se pidió a Eddington y Lemaître que explicasen su teoría.
El átomo primitivo
Si el universo está en expansión, resulta lógico pensar que, en el pasado, ocupaba un espacio cada vez más pequeño, hasta que, en algún momento original, todo el universo se encontraría concentrado en una especie de «átomo primitivo». Esto es lo que casi todos los científicos afirman hoy día, pero nadie había elaborado científicamente esa idea antes de que Lemaître lo hiciera, en un artículo publicado en la prestigiosa revista inglesa «Nature» el 9 de mayo de 1931.
El artículo era corto, y se titulaba «El comienzo del mundo desde el punto de vista de la teoría cuántica». Lemaître publicó otros artículos sobre el mismo tema en los años sucesivos, y llegó a publicar un libro titulado «La hipótesis del átomo primitivo».
En la actualidad estamos acostumbrados a estos temas, pero la situación era muy diferente en 1931. De hecho, la idea de Lemaître tropezó no sólo con críticas, sino con una abierta hostilidad por parte de científicos que reaccionaron a veces de modo violento. Especialmente, Einstein encontraba esa hipótesis demasiado audaz e incluso tendenciosa.
Llegamos así a una situación que se podría calificar como «síndrome Galileo». Este síndrome tiene diferentes manifestaciones, según los casos, pero responde a un mismo estado de ánimo: el temor de que la religión pueda interferir con la autonomía de las ciencias. Sin duda, una interferencia de ese tipo es indeseable; pero el síndrome Galileo se produce cuando no existe realmente una interferencia y, sin embargo, se piensa que existe.
En nuestro caso, se dio el síndrome Galileo: varios científicos (entre ellos Einstein) veían con desconfianza la propuesta de Lemaître, que era una hipótesis científica seria, porque, según su opinión, podría favorecer a las ideas religiosas acerca de la creación. Pero antes de analizar más de cerca las manifestaciones del «síndrome Galileo» en este caso, vale la pena registrar cómo se desarrollaron las relaciones entre Lemaître y Einstein.
Einstein y Lemaître
El artículo de Lemaître de 1927, sobre la expansión del universo, no encontró mucho eco. Desde luego, Lemaître no era un hombre que se quedase con los brazos cruzados. Convencido de la importancia de su trabajo, fue a explicárselo al mismísimo Einstein.
El primer encuentro fue, más bien, un encontronazo. Del 24 al 29 de octubre de 1927 tuvo lugar, en Bruselas, el famoso quinto congreso Solvay, donde los grandes genios de la física discutieron la nueva física cuántica. Lemaître buscó hablar con Einstein sobre su artículo, y lo consiguió. Pero Einstein le dijo: «He leído su artículo. Sus cálculos son correctos, pero su física es abominable». Lemaître, convencido de que Einstein se equivocaba esta vez, buscó prolongar la conversación, y también lo consiguió. El profesor Piccard, que acompañaba a Einstein para mostrarle su laboratorio en la Universidad, invitó a Lemaître a subir al taxi con ellos. Una vez en el coche, Lemaître aludió a la velocidad de las nebulosas, tema que en aquellos momentos era objeto de importantes resultados que Lemaître conocía muy bien y que se encuentra muy relacionado con la expansión del universo. Pero la situación se volvió bastante embarazosa, porque Einstein no parecía estar al corriente de esos resultados. Piccard decidió huir hacia adelante: para salvar la situación, ¡comenzó a hablar con Einstein en alemán, idioma que Lemaître no entendía!
Las relaciones de Lemaître con Einstein mejoraron más tarde. La primera aproximación vino a través de los reyes de Bélgica, que se interesaron por los trabajos de Lemaître y le invitaron a la corte. Einstein pasaba cada año por Bélgica para visitar a Lorentz y a de Sitter, y en 1929 encontró una invitación de la reina Elisabeth, alemana como Einstein, en la que le pedía que fuera a verla llevando su violón (tocar el violón era una afición común a la reina y a Einstein): esa invitación fue seguida por muchas otras, de modo que Einstein llegó a ser amigo de los reyes. En una conversación, el rey preguntó a Einstein sobre la famosa teoría acerca de la expansión del universo, e inevitablemente se habló de Lemaître; notando que Einstein se sentía incómodo, la reina le invitó a improvisar, con ella, un dúo de violón. Ya llovía sobre mojado.
Otra aproximación se produjo en 1930, en una ceremonia en Cambridge, donde Einstein encontró a Eddington. De nuevo salió en la conversación la teoría del sacerdote belga, y Eddington la defendió con entusiasmo.
Einstein tuvo varios años para reflexionar antes de encontrarse de nuevo personalmente con Lemaître, en los Estados Unidos. Lemaître había sido invitado por el famoso físico Robert Millikan, director del Instituto de Tecnología de California. Entre sus conferencias y seminarios, el 11 de enero de 1933 dirigió un seminario sobre los rayos cósmicos, y Einstein se encontraba entre los asistentes. Esta vez, Einstein se mostró muy afable y felicitó a Lemaître por la calidad de su exposición. Después, ambos se fueron a discutir sus puntos de vista. Einstein ya admitió entonces que el universo está en expansión; sin embargo, no le convencía la teoría del átomo primitivo, que le recordaba demasiado la creación. Einstein dudó de la buena fe de Lemaître en ese tema, y Lemaître, por el momento, no insistió.
En mayo de 1933, Einstein dirigió algunos seminarios en la Universidad Libre de Bruselas. Al enterarse de que Hitler había sido nombrado Canciller de la República Alemana, fue a la Embajada alemana en Bruselas para renunciar a la nacionalidad alemana y dimitir de sus puestos en la Academia de Ciencias y en la Universidad de Berlín. Einstein permaneció varios meses en Bélgica, preparando su porvenir de exiliado. En esas circunstancias, Lemaître fue a verle y le organizó varios seminarios. En uno de ellos, Einstein anunció que la conferencia siguiente la daría Lemaître, añadiendo que tenía cosas interesantes que contarles. El pobre Lemaître, cogido esta vez por sorpresa, pasó un fin de semana preparando su conferencia, y la dió el 17 de mayo. Einstein le interrumpió varias veces en la conferencia manifestando su entusiasmo, y afirmó entonces que Lemaître era la persona que mejor había comprendido sus teorías de la relatividad.
De enero a junio de 1935, Lemaître estuvo en los Estados Unidos como profesor invitado por el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. En Princeton encontró por última vez a Einstein.
Ciencia y religión
Volvamos al síndrome Galileo. A Einstein le costó aceptar la expansión del universo, aunque finalmente tuvo que rendirse ante ella, porque sus ideas religiosas se situaban en una línea que de algún modo podría calificarse, con los debidos matices, como panteísta. Por tanto, al otorgar de algún modo un carácter divino al universo, le costaba admitir que el universo en su conjunto va cambiando con el tiempo. Los mismos motivos le llevaron a rechazar la teoría del átomo primitivo. Un universo que tiene una historia y que comienza en un estado muy singular le recordaba demasiado la idea de creación.
Einstein no era el único científico que sufría los efectos del síndrome Galileo. El simple hecho de ver a un sacerdote católico metiéndose en cuestiones científicas parecía sugerir una intromisión de los eclesiásticos en un terreno ajeno. Y si ese sacerdote proponía, además, que el universo tenía un origen histórico, la presunta intromisión parecía confirmarse: se trataría de un sacerdote que quería meter en la ciencia la creación divina. Pero los trabajos científicos de Lemaître eran serios, y finalmente todos los científicos, Einstein incluido, lo reconocieron y le otorgaron todo tipo de honores.
Lamaître jamás intentó explotar la ciencia en beneficio de la religión. Estaba convencido de que ciencia y religión son dos caminos diferentes y complementarios que convergen en la verdad. Al cabo de los años, declaraba en una entrevista concedida al New York Times: «Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión».
Un hecho resulta especialmente significativo en este contexto. El 22 de noviembre de 1951, el Papa Pío XII pronunció una famosa alocución ante la Academia Pontificia de Ciencias. Algún pasaje parece sugerir que la ciencia, y en particular los nuevos conocimientos sobre el origen del universo, prueban la existencia de la creación divina. Lemaître, que en 1960 fue nombrado Presidente de la Academia Pontificia de Ciencias, pensó que era conveniente clarificar la situación para evitar equívocos, y habló con el jesuita Daniel O'Connell, director del Observatorio Vaticano, y con los Monseñores dell'Acqua y Tisserand, acerca del próximo discurso del Papa sobre cuestiones científicas. El 7 de septiembre de 1952, Pío XII dirigió un discurso a la asamblea general de la Unión astronómica internacional y, aludiendo a los conocimientos científicos mencionados en el discurso precedente, evitó extraer las consecuencias que podían prestarse a equívocos.
Lemaître dejó clara constancia de sus ideas sobre las relaciones entre ciencia y fe. Uno de sus textos resulta especialmente esclarecedor: «El científico cristiano debe dominar y aplicar con sagacidad la técnica especial adecuada a su problema. Tiene los mismos medios que su colega no creyente. También tiene la misma libertad de espíritu, al menos si la idea que se hace de las verdades religiosas está a la altura de su formación científica. Sabe que todo ha sido hecho por Dios, pero sabe también que Dios no sustituye a sus creaturas. La actividad divina omnipresente se encuentra por doquier esencialmente oculta. Nunca se podrá reducir el Ser supremo a una hipótesis científica. La revelación divina no nos ha enseñado lo que éramos capaces de descubrir por nosotros mismos, al menos cuando esas verdades naturales no son indispensables para comprender la verdad sobrenatural. Por tanto, el científico cristiano va hacia adelante libremente, con la seguridad de que su investigación no puede entrar en conflicto con su fe. Incluso quizá tiene una cierta ventaja sobre su colega no creyente; en efecto, ambos se esfuerzan por descifrar la múltiple complejidad de la naturaleza en la que se encuentran sobrepuestas y confundidas las diversas etapas de la larga evolución del mundo, pero el creyente tiene la ventaja de saber que el enigma tiene solución, que la escritura subyacente es al fin y al cabo la obra de un Ser inteligente, y que por tanto el problema que plantea la naturaleza puede ser resuelto y su dificultad está sin duda proporcionada a la capacidad presente y futura de la humanidad. Probablemente esto no le proporcionará nuevos recursos para su investigación, pero contribuirá a fomentar en él ese sano optimismo sin el cual no se puede mantener durante largo tiempo un esfuerzo sostenido. En cierto sentido, el científico prescinde de su fe en su trabajo, no porque esa fe pudiera entorpecer su investigación, sino porque no se relaciona directamente con su actividad científica». Estas palabras, pronunciadas el 10 de septiembre de 1936 en un Congreso celebrado en Malinas, sintetizan nítidamente la compatibilidad entre la ciencia y la fe, en un mutuo respeto que evita indebidas interferencias, y a la vez muestran el estímulo que la fe proporciona al científico cristiano para avanzar en su arduo trabajo.
http://www.cienciayreligion.org/articulos/art_18.html
Frederick Hoyle y el universo inteligente
Sir Frederick Hoyle publicó su libro "El Universo inteligente", donde apuntaba la necesidad de la existencia de Dios. La revista norteamericana "TIME", en un artículo de Arthur White lo anunciaba con este título: "El astrónomo que ha visto la LUZ". La LUZ con mayúsculas, se refiere a Dios. El subtítulo era: "Según Hoyle, una inteligencia superior guía la Naturaleza".
Fred Hoyle, el astrónomo y matemático inglés que bautizó como Big Bang a la teoría de una gran explosión que dio origen al universo, falleció a la edad de 86 años.
Cualquiera familiarizado con el cubo de Rubik [cubo constituido por cubitos más pequeños con seis colores diferentes; el juego consiste en que todos los cubos de cada una de las seis caras queden con el mismo color] admitirá que es casi imposible que un ciego que moviese las caras al azar resolviese el juego. Ahora imagínese 1050 ciegos, cada uno con un cubo de Rubik con sus colores mezclados, e intente concebir la probabilidad de que simultáneamente todos ellos resolvieran el juego. Entonces uno tendría la probabilidad de arribar, por mezcla al azar a uno solo de los muchos biopolímeros [grandes moléculas, como los ácidos nucleicos ADN y ARN, o las proteínas] de los cuales depende la vida. La noción de que no solamente los biopolímeros sino además el programa operativo de una célula viva, pudiese lograrse por azar en una "sopa" orgánica primordial aquí en la tierra es evidentemente un extremadísimo disparate.
Uno debe contemplar no solamente un único suceso para obtener una enzima, sino un número inmenso de intentos como los que se supone ocurrieron en una sopa orgánica tempranamente durante el desarrollo de la Tierra. El problema es que hay cerca de dos mil enzimas, y la probabilidad de obtenerlas todas en un ensayo al azar es de solamente 1 en (10 20) 2.000 o 1 dividido 10 40.000, una probabilidad ridículamente pequeña que difícilmente ocurriría aunque todo el universo fuese una sopa orgánica.
Una célula es tan compleja que incluso el alto nivel de tecnología obtenido por la humanidad no puede producir una de ellas. Ningún esfuerzo por crear una célula artificial ha tenido éxito. En realidad, muchos intentos en tal sentido han logrado solamente la frustración y fueron abandonados.
Los evolucionistas confiesan que la probabilidad de que los átomos y las moléculas apropiadas se juntaran debidamente para formar tan solo una molécula proteínica sencilla es de 1 en 10 a la 113, este número es mayor que la cantidad total de átomos que se calcula para todo el universo. Los matemáticos consideran que cualquier suceso que tenga una probabilidad de ocurrir de menos de 1 en 10 a la 50 nunca sucede. Para la vida se necesita mas que una simple molécula de proteína; tan solo para que una célula se mantenga activa se necesitan 2.000 diferentes proteínas, y la probabilidad de que todas ellas se presenten al azar es de solo 1 en 10 a la 40.000. Este calculo desestima la a afirmación de la creación espontánea.
La teoría de la evolución pretende que este sistema (el de la célula) --que el género humano no pudo reproducir con toda la inteligencia, conocimiento y tecnología a su disposición-- pasó a existir fortuitamente bajo las condiciones de la Tierra primitiva. Para hacernos una mejor idea de ello, podemos decir que la probabilidad de que una célula se forme de manera casual es tan mínima como la posibilidad de que un libro sea impreso por medio de una explosión que ocurra en una imprenta.
Es imposible que el ADN evolucionara y se formara de una forma casual. Si en un hangar esparcimos por el suelo todas las piezas desmontables, tornillo a tornillo, de un Boeing 747 y en un momento dado cruza un tifón, ¿Cuál será la probabilidad de que después nos encontremos allí el avión completamente rearmado y listo para volar?". Tiene la misma probabilidad -o incluso mayor- de la que el ADN se formase de manera casual.
La posibilidad de que los aminoácidos de una célula humana se puedan unir al azar, es matemáticamente absurda. La falta de credibilidad de la casualidad es matemáticamente demostrable con esta analogía: ¿Cuáles son las posibilidades de que un tornado que pase por un lote de basura que tiene todas las partes de un avión, accidentalmente se junten y creen otro avión listo para despegar? Las posibilidades son tan remotas e insignificantes incluso si un tornado pasara por todos los lotes de basura del universo. O es tan improbable que una proteína de hemoglobina, con sus 141 aminoácidos, sea formada de una sola vez por selección como el que un huracán que arrasara un desguace de chatarra ensamblara un avión Boeing 747. Esto significa que no es posible que la célula pase a existir por medio de coincidencias, y por lo tanto, de modo definido, tiene que haber sido "creada". En realidad una teoría así (que la vida fue montada o convocada por una inteligencia) es tan obvia que uno se asombra de porqué no es ampliamente aceptada como algo autoevidente. Las razones son psicológicas antes que científicas. La materia no puede generar vida por sí misma, sin una interferencia deliberada: Si hubo un principio básico de la materia que de alguna manera condujo a los sistemas orgánicos hacia la vida, su existencia debería ser fácilmente demostrable en el laboratorio. Por ejemplo, uno podría tomar una bañera donde preparar el caldo primitivo, llenarla con cualquiera de los elementos químicos de naturaleza no biológica que le plazca. Después se puede bombear los distintos gases que más le guste sobre esos elementos químicos, o a través de ellos, e irradiar todo con el tipo de radiación que se le ocurra. Dejemos a continuación que el experimento prosiga durante un año y veamos después cuántas de las 2 mil enzimas (proteínas producidas por células vivas) han aparecido allí. Yo le daré la respuesta, así ahorra el tiempo, los problemas y los gastos para hacer el experimento. No encontrará nada en absoluto, excepto, posiblemente, un sedimento aglutinado compuesto de aminoácidos y otros elementos químicos orgánicos simples. Al observar el universo, uno debe darse cuenta de que es una estructura intelectual.
La verdaderamente desesperante situación en que nos encontramos es que aquí estamos, en este fantástico universo, sin ninguna pista que nos conduzca a pensar que nuestra existencia tiene un significado real. La vida no puede haberse producido por casualidad. Hay una Inteligencia coexistente con el universo y esta Inteligencia y el Universo se necesitan mutuamente.
¿ES POSIBLE QUE LA VIDA SE HAYA ORIGINADO POR MEDIOS PURAMENTE NATURALES Y FORTUITOS?
Con respecto a esta interrogante, y después de 10 años de investigación, dos de los científicos más grandes del presente siglo, Sir Frederick Hoyle y Chandraw W. Ph. D. llegaron a la conclusión siguiente:
Las probabilidades de que la vida se haya originado de manera fortuita y por medios puramente naturales es de:
10, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, más ¡37,954 ceros más!
Hoyle y Chandraw ilustraron su conclusión manifestando:
Los científicos físicos nos dicen que en el universo entero existen 10 130 electrones. O sea, un 10 seguido por 130 ceros. (Recuerden que "Un electrón es la partícula más pequeña de materia que se puede medir". O sea, que sería mucho más fácil que un hombre con los ojos tapados elija y encuentre uno solo de esos electrones, en una única oportunidad, después de andar por todo el universo para escogerlo.
Además destacó que:
La dificultad es que hay alrededor de 2.000 enzimas, y la chance de obtenerlas al azar es sólo una en 10 a la potencia 40.000 (10 con 40.000 ceros después), una probabilidad por demás pequeña que no podría darse inclusive si todo el universo consistiera de una sopa orgánica. No importa cuán grande sea el ambiente que uno considere, la vida no pudo haberse dado al azar. Tropas de monos escribiendo al azar en máquinas de escribir no pueden producir los escritos de Shakespeare - por la razón práctica de que todo el universo observable no es lo suficientemente grande para contener los monos necesarios, las máquinas de escribir necesarias y ciertamente los tachos de basura necesarios para tirar los intentos fallidos. Es lo mismo con el material viviente.
Fred Hoyle, el astrónomo y matemático inglés que bautizó como Big Bang a la teoría de una gran explosión que dio origen al universo, falleció a la edad de 86 años.
Cualquiera familiarizado con el cubo de Rubik [cubo constituido por cubitos más pequeños con seis colores diferentes; el juego consiste en que todos los cubos de cada una de las seis caras queden con el mismo color] admitirá que es casi imposible que un ciego que moviese las caras al azar resolviese el juego. Ahora imagínese 1050 ciegos, cada uno con un cubo de Rubik con sus colores mezclados, e intente concebir la probabilidad de que simultáneamente todos ellos resolvieran el juego. Entonces uno tendría la probabilidad de arribar, por mezcla al azar a uno solo de los muchos biopolímeros [grandes moléculas, como los ácidos nucleicos ADN y ARN, o las proteínas] de los cuales depende la vida. La noción de que no solamente los biopolímeros sino además el programa operativo de una célula viva, pudiese lograrse por azar en una "sopa" orgánica primordial aquí en la tierra es evidentemente un extremadísimo disparate.
Uno debe contemplar no solamente un único suceso para obtener una enzima, sino un número inmenso de intentos como los que se supone ocurrieron en una sopa orgánica tempranamente durante el desarrollo de la Tierra. El problema es que hay cerca de dos mil enzimas, y la probabilidad de obtenerlas todas en un ensayo al azar es de solamente 1 en (10 20) 2.000 o 1 dividido 10 40.000, una probabilidad ridículamente pequeña que difícilmente ocurriría aunque todo el universo fuese una sopa orgánica.
Una célula es tan compleja que incluso el alto nivel de tecnología obtenido por la humanidad no puede producir una de ellas. Ningún esfuerzo por crear una célula artificial ha tenido éxito. En realidad, muchos intentos en tal sentido han logrado solamente la frustración y fueron abandonados.
Los evolucionistas confiesan que la probabilidad de que los átomos y las moléculas apropiadas se juntaran debidamente para formar tan solo una molécula proteínica sencilla es de 1 en 10 a la 113, este número es mayor que la cantidad total de átomos que se calcula para todo el universo. Los matemáticos consideran que cualquier suceso que tenga una probabilidad de ocurrir de menos de 1 en 10 a la 50 nunca sucede. Para la vida se necesita mas que una simple molécula de proteína; tan solo para que una célula se mantenga activa se necesitan 2.000 diferentes proteínas, y la probabilidad de que todas ellas se presenten al azar es de solo 1 en 10 a la 40.000. Este calculo desestima la a afirmación de la creación espontánea.
La teoría de la evolución pretende que este sistema (el de la célula) --que el género humano no pudo reproducir con toda la inteligencia, conocimiento y tecnología a su disposición-- pasó a existir fortuitamente bajo las condiciones de la Tierra primitiva. Para hacernos una mejor idea de ello, podemos decir que la probabilidad de que una célula se forme de manera casual es tan mínima como la posibilidad de que un libro sea impreso por medio de una explosión que ocurra en una imprenta.
Es imposible que el ADN evolucionara y se formara de una forma casual. Si en un hangar esparcimos por el suelo todas las piezas desmontables, tornillo a tornillo, de un Boeing 747 y en un momento dado cruza un tifón, ¿Cuál será la probabilidad de que después nos encontremos allí el avión completamente rearmado y listo para volar?". Tiene la misma probabilidad -o incluso mayor- de la que el ADN se formase de manera casual.
La posibilidad de que los aminoácidos de una célula humana se puedan unir al azar, es matemáticamente absurda. La falta de credibilidad de la casualidad es matemáticamente demostrable con esta analogía: ¿Cuáles son las posibilidades de que un tornado que pase por un lote de basura que tiene todas las partes de un avión, accidentalmente se junten y creen otro avión listo para despegar? Las posibilidades son tan remotas e insignificantes incluso si un tornado pasara por todos los lotes de basura del universo. O es tan improbable que una proteína de hemoglobina, con sus 141 aminoácidos, sea formada de una sola vez por selección como el que un huracán que arrasara un desguace de chatarra ensamblara un avión Boeing 747. Esto significa que no es posible que la célula pase a existir por medio de coincidencias, y por lo tanto, de modo definido, tiene que haber sido "creada". En realidad una teoría así (que la vida fue montada o convocada por una inteligencia) es tan obvia que uno se asombra de porqué no es ampliamente aceptada como algo autoevidente. Las razones son psicológicas antes que científicas. La materia no puede generar vida por sí misma, sin una interferencia deliberada: Si hubo un principio básico de la materia que de alguna manera condujo a los sistemas orgánicos hacia la vida, su existencia debería ser fácilmente demostrable en el laboratorio. Por ejemplo, uno podría tomar una bañera donde preparar el caldo primitivo, llenarla con cualquiera de los elementos químicos de naturaleza no biológica que le plazca. Después se puede bombear los distintos gases que más le guste sobre esos elementos químicos, o a través de ellos, e irradiar todo con el tipo de radiación que se le ocurra. Dejemos a continuación que el experimento prosiga durante un año y veamos después cuántas de las 2 mil enzimas (proteínas producidas por células vivas) han aparecido allí. Yo le daré la respuesta, así ahorra el tiempo, los problemas y los gastos para hacer el experimento. No encontrará nada en absoluto, excepto, posiblemente, un sedimento aglutinado compuesto de aminoácidos y otros elementos químicos orgánicos simples. Al observar el universo, uno debe darse cuenta de que es una estructura intelectual.
La verdaderamente desesperante situación en que nos encontramos es que aquí estamos, en este fantástico universo, sin ninguna pista que nos conduzca a pensar que nuestra existencia tiene un significado real. La vida no puede haberse producido por casualidad. Hay una Inteligencia coexistente con el universo y esta Inteligencia y el Universo se necesitan mutuamente.
¿ES POSIBLE QUE LA VIDA SE HAYA ORIGINADO POR MEDIOS PURAMENTE NATURALES Y FORTUITOS?
Con respecto a esta interrogante, y después de 10 años de investigación, dos de los científicos más grandes del presente siglo, Sir Frederick Hoyle y Chandraw W. Ph. D. llegaron a la conclusión siguiente:
Las probabilidades de que la vida se haya originado de manera fortuita y por medios puramente naturales es de:
10, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 000, 000, 000, 000, 000, 000, más ¡37,954 ceros más!
Hoyle y Chandraw ilustraron su conclusión manifestando:
Los científicos físicos nos dicen que en el universo entero existen 10 130 electrones. O sea, un 10 seguido por 130 ceros. (Recuerden que "Un electrón es la partícula más pequeña de materia que se puede medir". O sea, que sería mucho más fácil que un hombre con los ojos tapados elija y encuentre uno solo de esos electrones, en una única oportunidad, después de andar por todo el universo para escogerlo.
Además destacó que:
La dificultad es que hay alrededor de 2.000 enzimas, y la chance de obtenerlas al azar es sólo una en 10 a la potencia 40.000 (10 con 40.000 ceros después), una probabilidad por demás pequeña que no podría darse inclusive si todo el universo consistiera de una sopa orgánica. No importa cuán grande sea el ambiente que uno considere, la vida no pudo haberse dado al azar. Tropas de monos escribiendo al azar en máquinas de escribir no pueden producir los escritos de Shakespeare - por la razón práctica de que todo el universo observable no es lo suficientemente grande para contener los monos necesarios, las máquinas de escribir necesarias y ciertamente los tachos de basura necesarios para tirar los intentos fallidos. Es lo mismo con el material viviente.
Nick Bostrom y su Matrix
Nick Bostrom (nacido en 1973 con el nombre de Niklas Boström) es un filósofo de la Universidad de Oxford conocido por su trabajo del principio antrópico.
La teoria que sin duda conocereis es la del Multi.verso, esto es que no existe un unico universo que seria el que conocemos, sino infinitos universos donde se dan todas las posibilidades imaginables, universos donde nosotros tambien existimos pero no posteamos en el foro o somos de otro equipo o ni siquiera existe internet. Esta teoria esta respaldada por la mecanica cuantica, pues las particulas subatomicas pueden tomar y de hecho toman todas las opciones posibles a la hora de afrontar un problema a no ser que sean observadas y, evidentemente, el resto de universos que coexisten con el nuestro, no nos son observables, como tambien es evidente que es de esas particulas subatomicas de las que esta compuesto todo el universo.
Nick Bostrom llega mas lejos, alegando que de entre los muchos universos que existen en el multiverso, existen aun mas subuniversos conocidos como universos Virtuales que estan contenidos dentro de estos universos (se entiende? xD). Es decir hablamos de universos irreales que existen y han sido creados en el interior de maquinas computacionales reales.
Seria algo asi como Matrix, con una pequeña diferencia, en matrix nuestro cuerpo es real, pero vivimos en un mundo ilusorio, en estos universos virtuales nuestros cuerpos tambien serian virtuales, seriamos, por decirlo de alguna forma, codigo binario.
Por supuesto estos mundos son tan complejos y detallados que pueden dar cabida no solo a seres que evolucionen dentro de la simulacion, si no que cobren consciencia por su mismos y se hagan preguntas tales como "de donde venimos?" "Como fue creado el universo?" "es la realidad realmente algo real?". Debemos asumir que la consciencia emerge de patrones en un cerebro, que pueden ser analizados desde un punto de vista matematico, que los pensamientos son simple fisica y esos patrones o algoritmos que dan vida al pensamiento complejo es lo que dota de inteligencia a los seres conscientes de si mismos
Bien, suponiendo este escenario posible, (y teniendo en cuenta la velocidad a la que mejora el campo de la informatica, es evidente que algun dia sera posible) no seria posible tambien, que ahora, en este mismo momento estuvieramos viviendo en un universo simulado? en un entorno virtual dentro de una maquina dentro de otro universo?
Agarremonos a nuestra teoria sobre el origen del universo, el Big-Bang, tras 13.000 millones de años cabria pensar que no somos los unicos seres vivos e inteligentes del cosmos, cabria pensar que es posible que no seamos tampoco los mas avanzados tecnologicamente. Si el ser humano llegase a un nivel tecnologico tal, que le permitiese crear simulaciones del universo, mundos virtuales con la misma complejidad que tiene el mundo real, no seria logico pensar que lo hariamos? creariamos esos mundos virtuales, infinidad de ellos, con infinidad de propositos. Asi que si existe una especie superior a la nuestra tecnologicamente en el universo... es probable que tambien les atrajese la idea de crear sus propios mundos si tuviesen el potencial de hacerlo.
Asi que, si de verdad creemos en la teoria del multiverso, tambien debemos creer en la existencia de infinitas civilizaciones, alguna de las cuales, por aplastante estadistica a debido crear ya alguno de estos mundos virtuales. Pero si hay infinitos universos, o un numero tan grande de ellos que es casi infinito, entonces habra un numero casi inifinito de civilizaciones con ese "don" que habra creado un numero casi infinito de universos virtuales poblados por criaturas conscientes, podrian incluso existir universos virtuales recursivos, es decir, universos dentro de universos.
Y todo esto nos lleva a la espeluznante conclusion de que hay una probabilidad enormemente superior de que vivamos en un universo virtual de la que hay de que vivamos en uno real. De echo, si todo esto es cierto, es casi seguro que nuestra realidad es una simulacion en el interior de una maquina cuyo funcionamiento y complejidad no alcanzamos a conocer, una maquina creada por un unico individuo o una serie de ellos al que sin duda alguna deberiamos llamar "Dios".
No resulta curioso que la realidad parezca en realidad un modelo matematico? no resulta curioso que podamos expresar todo usando las matematicas, que existan formulas que describan la totalidad de nuestra realidad hasta el punto de que nada existe sin una base matematica?.
Curiosamente asi es como los ordenadores funcionan, aplicando modelos matematicos.
La teoria que sin duda conocereis es la del Multi.verso, esto es que no existe un unico universo que seria el que conocemos, sino infinitos universos donde se dan todas las posibilidades imaginables, universos donde nosotros tambien existimos pero no posteamos en el foro o somos de otro equipo o ni siquiera existe internet. Esta teoria esta respaldada por la mecanica cuantica, pues las particulas subatomicas pueden tomar y de hecho toman todas las opciones posibles a la hora de afrontar un problema a no ser que sean observadas y, evidentemente, el resto de universos que coexisten con el nuestro, no nos son observables, como tambien es evidente que es de esas particulas subatomicas de las que esta compuesto todo el universo.
Nick Bostrom llega mas lejos, alegando que de entre los muchos universos que existen en el multiverso, existen aun mas subuniversos conocidos como universos Virtuales que estan contenidos dentro de estos universos (se entiende? xD). Es decir hablamos de universos irreales que existen y han sido creados en el interior de maquinas computacionales reales.
Seria algo asi como Matrix, con una pequeña diferencia, en matrix nuestro cuerpo es real, pero vivimos en un mundo ilusorio, en estos universos virtuales nuestros cuerpos tambien serian virtuales, seriamos, por decirlo de alguna forma, codigo binario.
Por supuesto estos mundos son tan complejos y detallados que pueden dar cabida no solo a seres que evolucionen dentro de la simulacion, si no que cobren consciencia por su mismos y se hagan preguntas tales como "de donde venimos?" "Como fue creado el universo?" "es la realidad realmente algo real?". Debemos asumir que la consciencia emerge de patrones en un cerebro, que pueden ser analizados desde un punto de vista matematico, que los pensamientos son simple fisica y esos patrones o algoritmos que dan vida al pensamiento complejo es lo que dota de inteligencia a los seres conscientes de si mismos
Bien, suponiendo este escenario posible, (y teniendo en cuenta la velocidad a la que mejora el campo de la informatica, es evidente que algun dia sera posible) no seria posible tambien, que ahora, en este mismo momento estuvieramos viviendo en un universo simulado? en un entorno virtual dentro de una maquina dentro de otro universo?
Agarremonos a nuestra teoria sobre el origen del universo, el Big-Bang, tras 13.000 millones de años cabria pensar que no somos los unicos seres vivos e inteligentes del cosmos, cabria pensar que es posible que no seamos tampoco los mas avanzados tecnologicamente. Si el ser humano llegase a un nivel tecnologico tal, que le permitiese crear simulaciones del universo, mundos virtuales con la misma complejidad que tiene el mundo real, no seria logico pensar que lo hariamos? creariamos esos mundos virtuales, infinidad de ellos, con infinidad de propositos. Asi que si existe una especie superior a la nuestra tecnologicamente en el universo... es probable que tambien les atrajese la idea de crear sus propios mundos si tuviesen el potencial de hacerlo.
Asi que, si de verdad creemos en la teoria del multiverso, tambien debemos creer en la existencia de infinitas civilizaciones, alguna de las cuales, por aplastante estadistica a debido crear ya alguno de estos mundos virtuales. Pero si hay infinitos universos, o un numero tan grande de ellos que es casi infinito, entonces habra un numero casi inifinito de civilizaciones con ese "don" que habra creado un numero casi infinito de universos virtuales poblados por criaturas conscientes, podrian incluso existir universos virtuales recursivos, es decir, universos dentro de universos.
Y todo esto nos lleva a la espeluznante conclusion de que hay una probabilidad enormemente superior de que vivamos en un universo virtual de la que hay de que vivamos en uno real. De echo, si todo esto es cierto, es casi seguro que nuestra realidad es una simulacion en el interior de una maquina cuyo funcionamiento y complejidad no alcanzamos a conocer, una maquina creada por un unico individuo o una serie de ellos al que sin duda alguna deberiamos llamar "Dios".
No resulta curioso que la realidad parezca en realidad un modelo matematico? no resulta curioso que podamos expresar todo usando las matematicas, que existan formulas que describan la totalidad de nuestra realidad hasta el punto de que nada existe sin una base matematica?.
Curiosamente asi es como los ordenadores funcionan, aplicando modelos matematicos.
sábado, 3 de septiembre de 2011
Dios y el ajuste fino
Documental en el cual se explora cómo la evidencia del ajuste fino cósmico apunta a la realidad de un Dios creador. Con John Polkinghorne, David Wilkinson, Rodney Holder, Peter Williams y Graham Swinerd.
Albert Einstein contra el ateísmo arrogante
Einstein y los ateos
Es curioso que en ninguna de estas listas de mentes brillantes salga el genial físico y matemático Albert Einstein. Y es que Einstein era deísta. Creía en un Dios que daba orden y armonía al Universo. Siempre rechazó ser ateo, incluso rechazó ser panteísta. Dios no estaba en el Universo, sino detrás del Universo. Sin embargo nunca aceptó que fuese un Ser Personal. Y mucho menos que interviniese alterando las leyes naturales. Einstein no creía que Dios tuviese libre voluntad, pero es que tampoco creía que los hombres la tuviesen.
En EEUU se acaba de publicar una nueva biografía de Einstein a cargo de Walter Isaacson, que además ha publicado algunas líneas en TIME sobre la fe de Einstein.
“A lo largo de su vida, Einstein fue constante al rechazar la acusación de ser ateo. ‘Hay gente que dice que no hay Dios, pero lo que realmente me enfada es que me citan para apoyar su punto de vista’, dijo a un amigo.
Al contrario que Sigmund Freud o Bertrand Russell o George Bernard Shaw, Einstein nunca sintió la necesidad de denigrar a los que creían en Dios. Al contrario, tendía a denigrar a los ateos: ‘lo que me separa de la mayoría de esos que se llaman ateos es un sentimiento de radical humildad hacia los secretos inalcanzables de la armonía del cosmos’, explicaba.
‘Los ateos fanáticos’, escribió en una carta, ‘son como esclavos que aún sienten el peso de las cadenas que arrojaron tras un duro esfuerzo. Son criaturas que en su pleito contra la religión tradicional como opio de las masas, no pueden escuchar la música de las esferas”.
Otra de las cosas que distinguen a Einstein de los ateos modernos y groseros es que reconoce los logros históricos de la Iglesia, especialmente los que vivió en carne propia. Así, el 23 de diciembre de 1940 declaraba en la revista TIME sobre la facilidad con que Alemania adoptó la cultura nazi:
"Cuando tuvo lugar la revolución en Alemania, miré con confianza a las universidades, pues sabía que siempre se habían enorgullecido de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron amordazadas. Entonces confié en los grandes editores de los diarios que proclamaban su amor por la libertad. Pero, al igual que las universidades, también ellos tuvieron que callar, sofocados en pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció firme, en pie, para cerrar el camino a las campañas de Hitler que pretendían suprimir la verdad. Antes nunca había experimentado un interés particular por la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque la Iglesia fue la única que tuvo la valentía y la constancia para defender la verdad intelectual de la libertad moral."
La juventud del genio
Einstein nació en una familia judía sin fe ni práctica religiosa. El único pariente que iba a la sinagoga era agnóstico y decía al joven Albert que acudía porque “nunca se sabe”.
A los 6 años, sus padres metieron al niño en una gran escuela católica. Era el único judío entre los 70 alumnos de su clase. Como todos ellos, hizo la asignatura de religión católica y según Walter Isaacson la disfrutó.
Un poco antes de los 10 el joven Albert decidió ser un judío devoto en oposición a sus padres: no comer cerdo, mantener el Sabbath, la pureza kosher, incluso componía sus propios himnos y los cantaba camino del colegio.
A los 10 años, un estudiante de medicina de 21 años llamado Max Talmud que cada semana comía en su casa le dejó unos libros de divulgación de ciencias naturales escritos por Aaron Bernstein, que insistían en la relación entre la biología y la física. Ahí despegó el intelecto de Einstein hacia la física y la matemática, un intelecto hasta entonces adormecido.
A los 12 años abandonó el judaísmo. “Leyendo libros de divulgación científica pronto alcancé la convicción de que muchas de las historias de la Biblia no podían ser ciertas. La consecuencia fue una orgía decididamente fanática de librepensamiento con la impresión de que los jóvenes eran intencionadamente engañados por el estado con mentiras; un impresión aplastante”, cita Isaacson.
Uno no puede evitar pensar que los Onfray, Harris, Dawkins y Weinberg que hoy se presentan como pensadores maduros y adultos están en la fase radical que Einstein atravesó a sus 12 años.
Hay que dejar claro que los libros de Aaron Berstein no fueron culpables de esta falta de fe: sus libros de divulgación no veían incompatibilidad entre ciencia y fe. “la inclinación religiosa yace en la tenue conciencia que mora en los hombres de que toda la naturaleza, incluidos los humanos, no es un juego accidental sino un resultado de la ley de que hay una causa fundamental a toda la existencia.”
En 1929, en una cena en Berlín, teniendo casi 50 años, Einstein ya empezaba a establecerse en su postura deísta y se negó a comparar la religión con la superstición astrológica. “No puede ser, ¿no será usted religioso?”, le preguntaron. Y él respondió:
“Intente penetrar con nuestros medios limitados en los secretos de la naturaleza y encontrará que más allá de todas las leyes discernibles y sus conexiones, permanece algo sutil, intangible, inexplicable. Venerar esta fuerza que está más allá de todo lo que podemos comprender es mi religión. En ese sentido soy, de hecho, religioso.”
Es curioso que Sócrates y Platón consideraran que hasta los 50 años no se puede ser filósofo, que se necesita toda una vida de entrenamiento en las ciencias y en la vida misma para alcanzar la sabiduría básica, que el joven no puede ser sabio. Contagiaron de esta idea al pensamiento filosófico antiguo y medieval, en contraste con la vivencia cristiana de que jóvenes y niños pueden ser santos, es decir, sabios a la manera de Dios. Escándalos para griegos: Jesús niño enseñando en el templo, o el “te doy gracias Padre porque has enseñado a los pequeños lo que ocultaste a los sabios”.
Pero es en 1929, a los 50 años, cuando Einstein formula su veneración por el misterio, que es algo más que una X en una ecuación o un enigma por resolver.
La figura luminosa del Nazareno
A esa edad concede una entrevista a George Sylvester Viereck, un alemán que vivía en EEUU desde niño. Einstein pensaba que Viereck era judío. En realidad, Viereck presumía de ser pariente del Kaiser y durante la Segunda Guerra Mundial le detendrían por ser propagandista de la causa alemana. En la época que entrevistó a Einstein se ganaba la vida entrevistando grandes hombres... y escribiendo poesía erótica.
- ¿Hasta qué punto está usted influido por el cristianismo?
- De niño recibí instrucción tanto en la Biblia como en el Talmud. Soy judío, pero estoy embelesado por la figura luminosa del Nazareno.
- ¿Acepta la existencia histórica de Jesús?
- Incuestionablemente. Nadie puede leer los evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún mito está lleno de tal vida.
- ¿Cree usted en Dios?
- No soy un ateo. No creo que pueda llamarme panteísta. El problema implicado es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. Estamos en la posición de un niño pequeño entrando en una gran biblioteca llena de libros en muchos idiomas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe cómo. No entiende los idiomas en que están escritos. El niño tenuemente sospecha que hay un orden misterioso en la ordenación de los libros pero no sabe cuál será. Esta es, me parece, la actitud de incluso el humano más inteligente hacia Dios. Vemos el universo maravillosamente ordenado y obedeciendo ciertas leyes, pero sólo tenuemente entendemos estas leyes.
- ¿Es este un concepto judío de Dios?
- Soy un determinista, no creo en el libre albedrío. Los judíos sí creen en el libre albedrío. Creen que un hombre modela su propia vida. Yo rechazo esa doctrina. En ese tema, no soy judío.
- ¿Es ése el Dios de Espinoza?
- Me fascina el panteísmo de Espinoza, pero admiro aún más su contribución al pensamiento moderno porque fue el primer filósofo que trató del cuerpo y el alma como un todo, no como dos cosas separadas.
- ¿Cree usted en la inmortalidad?
- No. Y una vida es bastante para mí.
La emoción del misterio
Einstein pronto vio que sus opiniones sobre estos y otros temas interesaban a muchos, así que en 1930 publicó un credo, “En qué creo”, apoyando a un grupo de derechos humanos. En él defendía la noción de misterio.
“La emoción más hermosa que podemos experimentar es lo misterioso. Es la emoción fundamental que está en la cuna de todo verdadero arte y ciencia. Aquel a quien esta emoción le es ajena, que ya no puede maravillarse y extasiarse en reverencia, es como si estuviera muerto, un candil apagado. Sentir que detrás de lo que puede experimentarse hay algo que nuestras mentes no pueden asir, cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo indirectamente: esto es la religiosidad. En esto sentido, y sólo en este, soy un hombre devotamente religioso.”
Posteriormente dio una charla en el Seminario de la Union Teológica de Nueva York, del que salieron frases en los periódicos que se hicieron famosas. Allí es donde dijo que “la ciencia puede ser creada sólo por quienes están profundamente imbuidos por la aspiración hacia la verdad y el entendimiento”. Y que “la fuente de este sentimiento, sin embargo, brota de la esfera de la religión”. Su frase más famosa de ese día se cita a menudo: “la ciencia sin la religión es coja; la religión sin la ciencia es ciega”.
El Einstein determinista
Einstein aceptaba un Dios detrás de las leyes inmutables del cosmos. Lo que no aceptaba es un Dios con poder o voluntad de cambiar estas leyes. Para él, las leyes físicas estaban predeterminadas... y las acciones de los hombres también.
En su credo se adhirió a la frase de Schopenhauer: “un hombre puede hacer lo que quiera, pero no querer lo que quiera”. Los deseos, ilusiones, maldades y bondades de un hombre vienen dados, determinados, por leyes inmutables.
Eso no quiere decir que por razones prácticas no debamos encerrar a los asesinos, aunque filosóficamente creamos que, en realidad, no son responsables, que estaban “obligados” a asesinar.
“Sé que filosóficamente un asesino no es responsable de su crimen, pero prefiero no tomar el té con él”, declaró.
Vivir “como si fuésemos libres y éticos” (aunque no lo seamos) era la propuesta de Einstein para una sociedad más civilizada. Una especie de vivir una ficción... que funcione. Apoyó que EEUU desarrollara la bomba atómica para frenar el nazismo, pero luego luchó por el control de la energía nuclear. Ayudó a refugiados judíos, habló en defensa de la justicia racial, plantó cara al McCarthismo, intentó trabajar en defensa de la paz.
“Para Einstein fue la ausencia de milagros lo que reflejaba una providencia divina, el hecho de que el mundo fuese comprensible, que siguiese leyes... eso era digno de reverencia”, concluye su biógrafo Walter Isaacson.
http://www.cienciayreligion.org/articulos/art_10.html
Es curioso que en ninguna de estas listas de mentes brillantes salga el genial físico y matemático Albert Einstein. Y es que Einstein era deísta. Creía en un Dios que daba orden y armonía al Universo. Siempre rechazó ser ateo, incluso rechazó ser panteísta. Dios no estaba en el Universo, sino detrás del Universo. Sin embargo nunca aceptó que fuese un Ser Personal. Y mucho menos que interviniese alterando las leyes naturales. Einstein no creía que Dios tuviese libre voluntad, pero es que tampoco creía que los hombres la tuviesen.
En EEUU se acaba de publicar una nueva biografía de Einstein a cargo de Walter Isaacson, que además ha publicado algunas líneas en TIME sobre la fe de Einstein.
“A lo largo de su vida, Einstein fue constante al rechazar la acusación de ser ateo. ‘Hay gente que dice que no hay Dios, pero lo que realmente me enfada es que me citan para apoyar su punto de vista’, dijo a un amigo.
Al contrario que Sigmund Freud o Bertrand Russell o George Bernard Shaw, Einstein nunca sintió la necesidad de denigrar a los que creían en Dios. Al contrario, tendía a denigrar a los ateos: ‘lo que me separa de la mayoría de esos que se llaman ateos es un sentimiento de radical humildad hacia los secretos inalcanzables de la armonía del cosmos’, explicaba.
‘Los ateos fanáticos’, escribió en una carta, ‘son como esclavos que aún sienten el peso de las cadenas que arrojaron tras un duro esfuerzo. Son criaturas que en su pleito contra la religión tradicional como opio de las masas, no pueden escuchar la música de las esferas”.
Otra de las cosas que distinguen a Einstein de los ateos modernos y groseros es que reconoce los logros históricos de la Iglesia, especialmente los que vivió en carne propia. Así, el 23 de diciembre de 1940 declaraba en la revista TIME sobre la facilidad con que Alemania adoptó la cultura nazi:
"Cuando tuvo lugar la revolución en Alemania, miré con confianza a las universidades, pues sabía que siempre se habían enorgullecido de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron amordazadas. Entonces confié en los grandes editores de los diarios que proclamaban su amor por la libertad. Pero, al igual que las universidades, también ellos tuvieron que callar, sofocados en pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció firme, en pie, para cerrar el camino a las campañas de Hitler que pretendían suprimir la verdad. Antes nunca había experimentado un interés particular por la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque la Iglesia fue la única que tuvo la valentía y la constancia para defender la verdad intelectual de la libertad moral."
La juventud del genio
Einstein nació en una familia judía sin fe ni práctica religiosa. El único pariente que iba a la sinagoga era agnóstico y decía al joven Albert que acudía porque “nunca se sabe”.
A los 6 años, sus padres metieron al niño en una gran escuela católica. Era el único judío entre los 70 alumnos de su clase. Como todos ellos, hizo la asignatura de religión católica y según Walter Isaacson la disfrutó.
Un poco antes de los 10 el joven Albert decidió ser un judío devoto en oposición a sus padres: no comer cerdo, mantener el Sabbath, la pureza kosher, incluso componía sus propios himnos y los cantaba camino del colegio.
A los 10 años, un estudiante de medicina de 21 años llamado Max Talmud que cada semana comía en su casa le dejó unos libros de divulgación de ciencias naturales escritos por Aaron Bernstein, que insistían en la relación entre la biología y la física. Ahí despegó el intelecto de Einstein hacia la física y la matemática, un intelecto hasta entonces adormecido.
A los 12 años abandonó el judaísmo. “Leyendo libros de divulgación científica pronto alcancé la convicción de que muchas de las historias de la Biblia no podían ser ciertas. La consecuencia fue una orgía decididamente fanática de librepensamiento con la impresión de que los jóvenes eran intencionadamente engañados por el estado con mentiras; un impresión aplastante”, cita Isaacson.
Uno no puede evitar pensar que los Onfray, Harris, Dawkins y Weinberg que hoy se presentan como pensadores maduros y adultos están en la fase radical que Einstein atravesó a sus 12 años.
Hay que dejar claro que los libros de Aaron Berstein no fueron culpables de esta falta de fe: sus libros de divulgación no veían incompatibilidad entre ciencia y fe. “la inclinación religiosa yace en la tenue conciencia que mora en los hombres de que toda la naturaleza, incluidos los humanos, no es un juego accidental sino un resultado de la ley de que hay una causa fundamental a toda la existencia.”
En 1929, en una cena en Berlín, teniendo casi 50 años, Einstein ya empezaba a establecerse en su postura deísta y se negó a comparar la religión con la superstición astrológica. “No puede ser, ¿no será usted religioso?”, le preguntaron. Y él respondió:
“Intente penetrar con nuestros medios limitados en los secretos de la naturaleza y encontrará que más allá de todas las leyes discernibles y sus conexiones, permanece algo sutil, intangible, inexplicable. Venerar esta fuerza que está más allá de todo lo que podemos comprender es mi religión. En ese sentido soy, de hecho, religioso.”
Es curioso que Sócrates y Platón consideraran que hasta los 50 años no se puede ser filósofo, que se necesita toda una vida de entrenamiento en las ciencias y en la vida misma para alcanzar la sabiduría básica, que el joven no puede ser sabio. Contagiaron de esta idea al pensamiento filosófico antiguo y medieval, en contraste con la vivencia cristiana de que jóvenes y niños pueden ser santos, es decir, sabios a la manera de Dios. Escándalos para griegos: Jesús niño enseñando en el templo, o el “te doy gracias Padre porque has enseñado a los pequeños lo que ocultaste a los sabios”.
Pero es en 1929, a los 50 años, cuando Einstein formula su veneración por el misterio, que es algo más que una X en una ecuación o un enigma por resolver.
La figura luminosa del Nazareno
A esa edad concede una entrevista a George Sylvester Viereck, un alemán que vivía en EEUU desde niño. Einstein pensaba que Viereck era judío. En realidad, Viereck presumía de ser pariente del Kaiser y durante la Segunda Guerra Mundial le detendrían por ser propagandista de la causa alemana. En la época que entrevistó a Einstein se ganaba la vida entrevistando grandes hombres... y escribiendo poesía erótica.
- ¿Hasta qué punto está usted influido por el cristianismo?
- De niño recibí instrucción tanto en la Biblia como en el Talmud. Soy judío, pero estoy embelesado por la figura luminosa del Nazareno.
- ¿Acepta la existencia histórica de Jesús?
- Incuestionablemente. Nadie puede leer los evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún mito está lleno de tal vida.
- ¿Cree usted en Dios?
- No soy un ateo. No creo que pueda llamarme panteísta. El problema implicado es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. Estamos en la posición de un niño pequeño entrando en una gran biblioteca llena de libros en muchos idiomas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe cómo. No entiende los idiomas en que están escritos. El niño tenuemente sospecha que hay un orden misterioso en la ordenación de los libros pero no sabe cuál será. Esta es, me parece, la actitud de incluso el humano más inteligente hacia Dios. Vemos el universo maravillosamente ordenado y obedeciendo ciertas leyes, pero sólo tenuemente entendemos estas leyes.
- ¿Es este un concepto judío de Dios?
- Soy un determinista, no creo en el libre albedrío. Los judíos sí creen en el libre albedrío. Creen que un hombre modela su propia vida. Yo rechazo esa doctrina. En ese tema, no soy judío.
- ¿Es ése el Dios de Espinoza?
- Me fascina el panteísmo de Espinoza, pero admiro aún más su contribución al pensamiento moderno porque fue el primer filósofo que trató del cuerpo y el alma como un todo, no como dos cosas separadas.
- ¿Cree usted en la inmortalidad?
- No. Y una vida es bastante para mí.
La emoción del misterio
Einstein pronto vio que sus opiniones sobre estos y otros temas interesaban a muchos, así que en 1930 publicó un credo, “En qué creo”, apoyando a un grupo de derechos humanos. En él defendía la noción de misterio.
“La emoción más hermosa que podemos experimentar es lo misterioso. Es la emoción fundamental que está en la cuna de todo verdadero arte y ciencia. Aquel a quien esta emoción le es ajena, que ya no puede maravillarse y extasiarse en reverencia, es como si estuviera muerto, un candil apagado. Sentir que detrás de lo que puede experimentarse hay algo que nuestras mentes no pueden asir, cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo indirectamente: esto es la religiosidad. En esto sentido, y sólo en este, soy un hombre devotamente religioso.”
Posteriormente dio una charla en el Seminario de la Union Teológica de Nueva York, del que salieron frases en los periódicos que se hicieron famosas. Allí es donde dijo que “la ciencia puede ser creada sólo por quienes están profundamente imbuidos por la aspiración hacia la verdad y el entendimiento”. Y que “la fuente de este sentimiento, sin embargo, brota de la esfera de la religión”. Su frase más famosa de ese día se cita a menudo: “la ciencia sin la religión es coja; la religión sin la ciencia es ciega”.
El Einstein determinista
Einstein aceptaba un Dios detrás de las leyes inmutables del cosmos. Lo que no aceptaba es un Dios con poder o voluntad de cambiar estas leyes. Para él, las leyes físicas estaban predeterminadas... y las acciones de los hombres también.
En su credo se adhirió a la frase de Schopenhauer: “un hombre puede hacer lo que quiera, pero no querer lo que quiera”. Los deseos, ilusiones, maldades y bondades de un hombre vienen dados, determinados, por leyes inmutables.
Eso no quiere decir que por razones prácticas no debamos encerrar a los asesinos, aunque filosóficamente creamos que, en realidad, no son responsables, que estaban “obligados” a asesinar.
“Sé que filosóficamente un asesino no es responsable de su crimen, pero prefiero no tomar el té con él”, declaró.
Vivir “como si fuésemos libres y éticos” (aunque no lo seamos) era la propuesta de Einstein para una sociedad más civilizada. Una especie de vivir una ficción... que funcione. Apoyó que EEUU desarrollara la bomba atómica para frenar el nazismo, pero luego luchó por el control de la energía nuclear. Ayudó a refugiados judíos, habló en defensa de la justicia racial, plantó cara al McCarthismo, intentó trabajar en defensa de la paz.
“Para Einstein fue la ausencia de milagros lo que reflejaba una providencia divina, el hecho de que el mundo fuese comprensible, que siguiese leyes... eso era digno de reverencia”, concluye su biógrafo Walter Isaacson.
http://www.cienciayreligion.org/articulos/art_10.html
Frases célebres de creyentes, Albert Einstein
"Yo no soy ateo, y no creo que pueda llamarme tampoco un panteísta. Nosotros estamos en la posición de un niño pequeño entrando en una inmensa librería llena con libros en muchos idiomas. El niño sabe que alguien debió escribir esos libros, pero no sabe cómo. El niño tampoco entiende los idiomas en que los libros están escritos. El niño a penas sospecha que existe un orden misterioso en el arreglo de los libros pero no sabe cuál es.
Esa, me parece a mí, es la actitud de hasta los seres humanos más inteligentes frente a Dios. Vemos el universo maravillosamente organizado y obedeciendo ciertas leyes, pero a penas entendemos esas leyes. Nuestras mentes limitadas captan las fuerzas misteriosas que mueven las constelaciones."
"El sentimiento cósmico religioso constituye la más fuerte y noble motivación de la investigación científica."
"La luz es la sombra de Dios."
- «La Ciencia sin Religión es coja y la Religión sin Ciencia es ciega».
- «Apenas si calco las líneas que fluyen de Dios».
-«Hay dos maneras de vivir una vida: La primera es pensar que nada es un milagro. La segunda es pensar que todo es un milagro. De lo que estoy seguro es que Dios existe»
-«Ante Dios somos todos igualmente sabios, igualmente tontos»
“La Naturaleza es la realización de las ideas matemáticas de Dios”
«Es posible que todo pueda ser descrito científicamente, pero no tendría sentido, es como si describieran a una sinfonía de Beethoven como una variación en las presiones de onda. ¿Cómo describirían la sensación de un beso o el te quiero de un niño?»
-«Albert Einstein, físico: "No hay duda de que la ciencia no refutará nunca la doctrina de un Dios personal que interviene en los acontecimientos naturales, donde esta doctrina siempre puede afianzarse en aquellos campos en los que aún no ha sido capaz de afianzarse el conocimiento científico».
-«Lo que veo en la naturaleza es una magnífica estructura que solo podemos comprender de manera muy imperfecta y que debe impregnar de un sentimiento de ‘humildad’ a toda persona razonable. Este es un sentimiento religioso genuino que nada tiene que ver con el misticismo. [...] Mi religiosidad consiste en una humilde admiración del espíritu infinitamente superior que se manifiesta en lo poco que nosotros, con nuestro entendimiento incompleto y transitorio, podemos comprender de la realidad. [...] Quiero saber cómo creó Dios este mundo. Quiero conocer sus pensamientos, lo demás son pormenores».
Albert Einstein fue un físico de origen alemán, nacionalizado suizo y estadounidense. Está considerado como el científico más importante del siglo XX. Siempre se declaró creyente de un Dios universal, y no de uno personal.
Esa, me parece a mí, es la actitud de hasta los seres humanos más inteligentes frente a Dios. Vemos el universo maravillosamente organizado y obedeciendo ciertas leyes, pero a penas entendemos esas leyes. Nuestras mentes limitadas captan las fuerzas misteriosas que mueven las constelaciones."
"El sentimiento cósmico religioso constituye la más fuerte y noble motivación de la investigación científica."
"La luz es la sombra de Dios."
- «La Ciencia sin Religión es coja y la Religión sin Ciencia es ciega».
- «Apenas si calco las líneas que fluyen de Dios».
-«Hay dos maneras de vivir una vida: La primera es pensar que nada es un milagro. La segunda es pensar que todo es un milagro. De lo que estoy seguro es que Dios existe»
-«Ante Dios somos todos igualmente sabios, igualmente tontos»
“La Naturaleza es la realización de las ideas matemáticas de Dios”
«Es posible que todo pueda ser descrito científicamente, pero no tendría sentido, es como si describieran a una sinfonía de Beethoven como una variación en las presiones de onda. ¿Cómo describirían la sensación de un beso o el te quiero de un niño?»
-«Albert Einstein, físico: "No hay duda de que la ciencia no refutará nunca la doctrina de un Dios personal que interviene en los acontecimientos naturales, donde esta doctrina siempre puede afianzarse en aquellos campos en los que aún no ha sido capaz de afianzarse el conocimiento científico».
-«Lo que veo en la naturaleza es una magnífica estructura que solo podemos comprender de manera muy imperfecta y que debe impregnar de un sentimiento de ‘humildad’ a toda persona razonable. Este es un sentimiento religioso genuino que nada tiene que ver con el misticismo. [...] Mi religiosidad consiste en una humilde admiración del espíritu infinitamente superior que se manifiesta en lo poco que nosotros, con nuestro entendimiento incompleto y transitorio, podemos comprender de la realidad. [...] Quiero saber cómo creó Dios este mundo. Quiero conocer sus pensamientos, lo demás son pormenores».
Albert Einstein fue un físico de origen alemán, nacionalizado suizo y estadounidense. Está considerado como el científico más importante del siglo XX. Siempre se declaró creyente de un Dios universal, y no de uno personal.
Hombres famosos y el Rosario
El célebre compositor Haydn (1732-1809), maestro de Beethoven y autor de 188 Sinfonías, cuya música es alabada en todo el mundo, decía a sus admiradores: «No me feliciten a mí. La música que compongo me viene inspirada de lo Alto. Cuando me hallo componiendo una obra y siento que de repente se me va la inspiración, mi remedio es tomar en mi mano la camándula y empezar a rezar el Rosario. Después de unas cuantas Avemarías me vienen las ideas y melodías por montones; y a veces en tal abundancia, que no me alcanza el tiempo para anotarlas todas».
Louis pasteur. Un joven universitario viajaba en el mismo asiento del tren con un venerable anciano que iba rezando su Rosario. El joven se atrevió a decirle: «¿Por qué en vez de rezar el Rosario, no se dedica a aprender, a instruirse un poco más? Yo le puedo enviar algún libro para que se instruya». El anciano le dijo: «Le agradecería que me enviara el libro a esta dirección» y le entregó su tarjeta. En la tarjeta decía: «LUIS PASTEUR, Instituto de Ciencias de París». El universitario se quedó avergonzado, había pretendido darle consejos al más famoso sabio de su tiempo, el inventor de las vacunas, estimado en todo el mundo y gran devoto del Santo Rosario.
Alessandro Volta. El inventor de la pila eléctrica asistía cada mañana a la Santa Misa y rezaba cada noche el Santo Rosario.
Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, literatos de fama universal, todos ellos rezaban el Santo Rosario.
Miguel Ángel, pintor y escultor famosísimo, así como Murillo, el pintor de las populares «Inmaculadas»
Mozart, el músico inmortal rezaba de vez en cuando su Rosario. El mismo cuenta en una carta que cuando estrenaron en París su Sinfonía en Sol Mayor, se fue al templo a rezar el Rosario.
Dr. Carlos Finlay (1833-1915). El gran médico cubano que logró detener en el mundo la Fiebre Amarilla, llegó una noche a su casa, enormemente cansado. Ya se iba a dormir, cuando recordó que no había rezado aún el Santo Rosario, el cual nunca dejaba de rezar diariamente, pasara lo que pasara. Comenzó entonces a rezar devotamente su Rosario y mientras tanto, un mosquito daba vueltas zumbando a su alrededor. Después de espantar varias veces al zumbador impertinente, de pronto, como iluminado por la Santísima Virgen, a la cual estaba invocando en ese momento, percibió con precisión y claridad en su cerebro, la idea que lo haría famoso en todo el mundo—que el mosquito era el transmisor de la Fiebre Amarilla.
Louis pasteur. Un joven universitario viajaba en el mismo asiento del tren con un venerable anciano que iba rezando su Rosario. El joven se atrevió a decirle: «¿Por qué en vez de rezar el Rosario, no se dedica a aprender, a instruirse un poco más? Yo le puedo enviar algún libro para que se instruya». El anciano le dijo: «Le agradecería que me enviara el libro a esta dirección» y le entregó su tarjeta. En la tarjeta decía: «LUIS PASTEUR, Instituto de Ciencias de París». El universitario se quedó avergonzado, había pretendido darle consejos al más famoso sabio de su tiempo, el inventor de las vacunas, estimado en todo el mundo y gran devoto del Santo Rosario.
Alessandro Volta. El inventor de la pila eléctrica asistía cada mañana a la Santa Misa y rezaba cada noche el Santo Rosario.
Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, literatos de fama universal, todos ellos rezaban el Santo Rosario.
Miguel Ángel, pintor y escultor famosísimo, así como Murillo, el pintor de las populares «Inmaculadas»
Mozart, el músico inmortal rezaba de vez en cuando su Rosario. El mismo cuenta en una carta que cuando estrenaron en París su Sinfonía en Sol Mayor, se fue al templo a rezar el Rosario.
Dr. Carlos Finlay (1833-1915). El gran médico cubano que logró detener en el mundo la Fiebre Amarilla, llegó una noche a su casa, enormemente cansado. Ya se iba a dormir, cuando recordó que no había rezado aún el Santo Rosario, el cual nunca dejaba de rezar diariamente, pasara lo que pasara. Comenzó entonces a rezar devotamente su Rosario y mientras tanto, un mosquito daba vueltas zumbando a su alrededor. Después de espantar varias veces al zumbador impertinente, de pronto, como iluminado por la Santísima Virgen, a la cual estaba invocando en ese momento, percibió con precisión y claridad en su cerebro, la idea que lo haría famoso en todo el mundo—que el mosquito era el transmisor de la Fiebre Amarilla.
¿Cómo habla Dios?
En ¿Cómo nos habla Dios? se afrontan cuestiones problemáticas para los creyentes, asuntos que echan para atrás a muchas personas que recelan de la fe antes de saber qué es, como: ¿qué hay de todo el daño hecho por la religión?, ¿cómo puede una persona racional creer en los milagros?, o, ¿por qué un Dios amoroso permitiría el sufrimiento en el mundo? En el fondo, todas estas preguntas son tópicos que se repiten infatigablemente para poner en entredicho la posibilidad de la existencia de Dios, y que son superados por respuestas cargadas de sentido que lo que consiguen, precisamente, es hacer más plausible la realidad de un Dios creador.
Francis S. Collins recorre en ¿Cómo habla Dios? las grandes preguntas de la existencia humana. En unas páginas algo más exigentes y técnicas, desarrolla la relación y conciliación entre la fe y, entre otras cosas, las evidencias de fósiles, la revolución que trajo Darwin y su teoría de la evolución y los hallazgos proporcionados por el ADN y las investigaciones sobre el genoma humano. También establece un debate entre creacionismo y evolucionismo y de forma original propone que no se contradicen, pero defiende tenazmente el evolucionismo considerándolo innegable a la luz de las evidencias actuales. Teoría que no excluye de ningún modo la posibilidad de un Dios creador. Esta armonía entre ciencia y fe es de un arrojo admirable, y a la vez está defendida con gran solidez argumental.
http://lacuevadeloslibros.blogspot.com/2011/03/como-habla-dios-de-francis-s-collins.html
Francis S. Collins recorre en ¿Cómo habla Dios? las grandes preguntas de la existencia humana. En unas páginas algo más exigentes y técnicas, desarrolla la relación y conciliación entre la fe y, entre otras cosas, las evidencias de fósiles, la revolución que trajo Darwin y su teoría de la evolución y los hallazgos proporcionados por el ADN y las investigaciones sobre el genoma humano. También establece un debate entre creacionismo y evolucionismo y de forma original propone que no se contradicen, pero defiende tenazmente el evolucionismo considerándolo innegable a la luz de las evidencias actuales. Teoría que no excluye de ningún modo la posibilidad de un Dios creador. Esta armonía entre ciencia y fe es de un arrojo admirable, y a la vez está defendida con gran solidez argumental.
http://lacuevadeloslibros.blogspot.com/2011/03/como-habla-dios-de-francis-s-collins.html
¿Ha enterrado la ciencia a Dios?
Este libro de John C. Lennox es invaluable para el arsenal apologetico de todo cristiano interesado en compartir el cristianismo en una cultura abiertamente ofensiva a la fe en Cristo.
Los capitulos del libro son:
1.- La zona de conflicto: ¿Ciencia contra teología o naturalismo contra teísmo?
2.- Naturaleza y ámbito de la ciencia.
3.- ¿Un universo de diseño?
4.- ¿Una biosfera de diseño?
5.- Complejidad e información.
6.- ¿Esta de veras ciego el relojero?
7.- Naturaleza y ámbito de la evolucion.
8.- El mono mecanografo: ¿Azar domesticado sin inteligencia?
9.- ¿Para que estamos aqui?
El libro pertenece a la colección de "Cristianismo contemporáneo" de Editoraial Clie.
http://respuestasevangelicas.blogspot.com/2009/01/ha-enterrado-la-ciencia-dios.html
Los capitulos del libro son:
1.- La zona de conflicto: ¿Ciencia contra teología o naturalismo contra teísmo?
2.- Naturaleza y ámbito de la ciencia.
3.- ¿Un universo de diseño?
4.- ¿Una biosfera de diseño?
5.- Complejidad e información.
6.- ¿Esta de veras ciego el relojero?
7.- Naturaleza y ámbito de la evolucion.
8.- El mono mecanografo: ¿Azar domesticado sin inteligencia?
9.- ¿Para que estamos aqui?
El libro pertenece a la colección de "Cristianismo contemporáneo" de Editoraial Clie.
http://respuestasevangelicas.blogspot.com/2009/01/ha-enterrado-la-ciencia-dios.html
Ateismo y Ciencia: John Lennox
John Lennox, profesor de matemáticas de la universidad de Oxford.
TRANSCRIPCION DE LA ENTREVISTA
G.C: Soy Greg Clarke, del Centro de “Public Christianity”.
Bien, si nos tomamos en serio la ciencia, como hacemos la mayoría, ¿hay lugar para creer en Dios? Y conmigo hoy esta alguien que da un rotundo “sí” a esa pregunta, John Lennox, profesor de matemáticas de la universidad de Oxford, y autor del libro “el enterrador de Dios, ¿ha enterrado la ciencia a Dios?”
John, bienvenido a Sidney
J.L: Muchas gracias.
G.C: Vayamos directos al asunto, ¿te sientes como una figura aislada como científico y teísta al mismo tiempo?
J.L: Realmente no, creo que los dos van de la mano, y estoy muy lejos de estar solo, toma el ejemplo de alguien como Francis Collins, que es el director del proyecto del genoma humano, él es cristiano, o Bill Phillips que ganó el premio Nobel de Física en 1998 es también cristiano, así que…. No me siento asilado en absoluto.
G.C: Usted también piensa que el cristianismo juega un papel importante en el avance de la ciencia. ¿Puede explicarnos lo que quiere decir con eso?
J.L: Históricamente, la ciencia explosionó en el siglo XVI y XVII en la Europa Occidental, y la gente se ha preguntado, por qué entonces, y por qué allí. Y, fue Sir Alfred North Whitehead, supongo, quien primero insistió en el hecho de que la ciencia surgió porque la gente pensaba, no sólo que la naturaleza tenía un orden, sino que creían que había una Mente racional detrás de todo y así pues, la naturaleza podía ser entendida por mentes racionales, y por ello, con ese tipo de planteamiento cristiano, la ciencia pudo crecer, mientras que en China, que tiene mucho desarrollo tecnológico, la ciencia no creció de la misma manera. Y Joseph Needham, que fue un brillante cienciologo de Oxford, buscó, porque era marxista, durante mucho tiempo por algún tipo de explicación materialista, pero al final, llegaron a la conclusión, de que la ciencia no se desarrolló en China como lo hizo en Occidente, precisamente, porque no tenían ese concepto unificador de un Creador.
G.C: ¿para qué tipo de cosas es buena la ciencia y donde tiene sus límites?
J.L: La ciencia es muy buena para las preguntas del “Cómo”, y las preguntas del “por qué”, si quieres, del por qué funcionan las cosas, pero realmente, no aborda las preguntas que implican intencionalidad o propósito….Usted puede ver esto fácilmente por ejemplo, imaginando una señora que ha hecho un pastel, y usted es el ganador del premio Nobel, y le pido que analice el pastel. Usted lo reduce a sus partículas elementales y el resto de componentes, y me da una descripción brillante…pero luego le pregunto, ¿por qué hizo el pastel? E inmediatamente se encuentra con sus ciencias fuera de juego. Usted no podrá determinar, incluso aunque utilice un scanner, por qué elaboró el pastel, a menos que ella se lo revele. Sir Peter Medawar, supongo que él lo formuló mejor que nadie, ganador del premio Nobel, él dijo que puedes ver fácilmente los límites de la ciencia, en que no puede abordar las simples preguntas de un niño “de dónde vengo”, “para qué estoy aquí””cuál es el significado de mi vida”
G.C: Una de esas grandes preguntas en un área de gran controversia, creo, entre creyentes y los otros, es el origen del universo. ¿Puede realmente alguien llegar a una conclusión como científico de que hay un Dios detrás de todo?
J.L: Bueno, yo creo que es posible llegar a la conclusión como científico de que hay un Dios detrás de todo. El modelo estándar del Big Bang, es esencialmente una etiqueta sobre un misterio, pero al menos, dice que hubo un principio…uno un principio….. y eso es algo muy interesante, porque, hablando ahora como cristiano, me interesa, me fascina de hecho, que la Biblia por milenios ha estado diciendo que hubo un comienzo. Le tomó a la ciencia llegar hasta los sesenta admitir lo mismo, porque había estado muy influenciada por la noción de Aristóteles de un universo eterno. Así que la idea de que haya un principio da lugar a grandes preguntas, ¿Cuál es la causa que detrás de ello? Así que yo no veo absolutamente incompatibilidad alguna en postular a Dios como la primera causa. Tengo razones más fuertes que lo contrario, para creer que Dios está detrás como científico, pero eso es un comienzo.
G.C: Una de sus áreas de especialización de estudios es la teoría de la información,
J.L: Bueno, estoy muy interesado como matemático, sí…
G.C: ¿Cómo se relaciona todo esto con su creencia en Dios?
J.L: Bueno, sí que lo hace, porque de las cosas fascinantes de la ciencia en los últimos 50 años o así, es el descubrimiento de que el ADN es la base de la estructura de las proteínas, y la base de la vida, por así decirlo, y eso implica palabras, una palabra ciertamente larga, 3 billones y medio de letras, y es una palabra con significado, de un alfabeto de 4 letras que contiene el código, es una palabra con significado, tiene una dimensión semiótica, porque la palabra del DNA codifica la proteína. Ahora bien, cuando uno ve palabras que tienen un significado, estas suelen provenir de una inteligencia, y creo, como matemático, que no puedes encontrar una excusa fácil en este tema, el mero hecho de que tenemos esta palabra es un indicador de que hay una inteligencia detrás…. Quiero decir, realmente me divierte, que si encontraras una letra, una única letra del alfabeto, digamos una A, dibujada en una playa en Sidney, por ejemplo, en una de esas maravillosas playas que tienen, inmediatamente argumentaría que hay una inteligencia que la puso allí, y aun así, descubro que la gente puede mirar a 3 billones y medio de letras en exactamente el orden correcto, y luego decir, “azar y necesidad” son los responsables…. Eso me intriga bastante…y sé que hay mucho más que eso….
G.C: Sí, ¿es eso como la pregunta de si los monos alineados al final terminarían escribiendo a Shakespeare, es eso…?
J.L: Bueno, en cierto modo sí, pero NADIE, ni siquiera el más recalcitrante de los ateos que conozco cree en un origen de la vida por azar, esa idea hace tiempo que se fue. Richard Dawkins argumentaría que se trataría del azar y la necesidad, del azar actuando junto con las leyes de la naturaleza, porque la probabilidad de obtener vida simplemente por la mezcla aleatoria de moléculas se pasan con creces de la escala, son excesivamente bajos. Pero Dawkins argumentaría que existe un efecto de tipo ley, de selección natural, que aumenta las probabilidades. Ahora bien, yo argumentaría, que cuando analizas esas simulaciones que hace Dawkins, lo que él hace con mucha efectividad es introducir de contrabando la inteligencia por la puerta trasera…
G.C: Fascinante! Usted ha empleado bastante tiempo en debatir y discutir estos temas con Richard Dawkins, y Christopher Hitchens y otros ateos…
J.L: He tenido un par de debates importantes, es correcto…
G.C: Ciertamente, sí… y la gente puede encontrarlos en la red….y hay mucha discusión sobre esos debates… ¿Qué importancia tiene la comprensión de la ciencia en esos debates? ¿Es ese el núcleo de todo?
J.L: Es de gran importancia, pongámoslo de esta manera, de lo que estamos hablando ahora es de lo que se autodenomina “nuevo ateísmo” , y en el núcleo de este nuevo ateísmo hay un número de científicos, algunos de ellos con gran poder, como Steven Weinberg, que creen que lo mejor que la ciencia puede hacer, y le estoy citando de una conferencia reciente en América, “lo mejor que la ciencia puede hacer es eliminar la religión”, y básicamente la lógica detrás de esto es muy simple: ellos consideran todas las religiones peligrosas así que han de ser eliminadas. ¿Cómo van a eliminarlas? Usamos la autoridad cultural de la ciencia. Así pues, la ciencia se encuentra en el corazón de todo esto, debido a su poder cultural
G.C: Hmm… en estos debates que has tenido y los debates que tienes alineados aquí en Sidney, ¿Qué idea esperas que la gente que escuche el debate retenga al final de todo? ¿qué es lo que espera?
J.L: Espero poder estimularles a pensar que existen alternativas RACIONALES al ateísmo, que el ateísmo NO ES lo que parece a primera vista, es decir, la única posición intelectual respetable que una persona con preparación científica puede ocupar
G.C: John Lennox, muchas gracias
J.L: de nada, un placer….
http://lastresllavesdepablo.blogspot.com.es/2011/08/john-lennox-cientifico-y-creyente.html
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