Según la investigación, que se ha prolongado durante los últimos tres años, existe en la mente humana una predisposición a ver el mundo y los fenómenos naturales según una finalidad, un diseño. «Esto significa que no se puede separar la religión de la vida pública», ha declarado a la BBC el co-director del proyecto, el antropólogo Justin Barrett, del Centro de Antropología y Mente de la universidad de Oxford. El estudio ha implicado a 57 investigadores que han llevado a cabo 40 investigaciones en 20 países, examinando tanto sociedades religiosas como sin Dios.
Los estudiosos han descubierto que en la primera infancia es claramente natural pensar en modo religioso, «como por ejemplo creer en la omnisciencia de Dios». Como es lógico, la investigación no dice nada sobre la existencia de Dios: «el hecho de que sea más fácil pensar de un modo determinado no significa que esto sea verdadero. Sin embargo, podemos concluir que las personas relacionadas por los vínculos religiosos podrían ser más propensas a colaborar como sociedad». Es fácil, no obstante, añadir la hipótesis que el propio Trigg adelanta: «Las personas religiosas ahora podrán decir: “Si existe Dios, él nos habría creado con una inclinación a buscarlo».
Seguramente, continúa el filósofo, este estudio «tiene profundas implicaciones para la libertad religiosa. Si hay algo que está tan profundamente radicado en en la naturaleza humana, no es posible no permitir al hombre satisfacer sus necesidades básicas. La religión es mucho más universal, prevalente y enraizada de lo que pensamos. No se puede simplemente hacer como si no existiera». Finalmente, ha terminado criticando a los críticos de la secularización: «La tesis de la secularización creo que carece de esperanza».
Conclusiones
Según Justin Barrett, del análisis del porqué las creencias y las prácticas religiosas persisten en las sociedades de todo el mundo se desprende que los vínculos sociales que propician las religiones favorecen que los individuos cooperen como sociedades.
Por el contrario, añade Barret, “hemos descubierto que es menos probable que la religión prospere en las poblaciones de las ciudades de países desarrollados, en las que ya existen potentes redes de apoyo social”.
Roger Trigg, por su parte, señala que “hemos reunido un corpus de evidencias que sugieren que la religión es un factor común de la naturaleza humana, y que se produce en sociedades muy diversas. Esto supone que los intentos por suprimir la religión tenderán a tener una corta vida porque el pensamiento humano hunde sus raíces en conceptos religiosos, como la existencia de agentes sobrenaturales o dioses, y la posibilidad de que existan la vida después de la muerte o la vida antes del nacimiento”.
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